Al final de la audiencia general de este miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro del Vaticano y dedicada una vez más a la reivindicación de los valores de la vejez, el papa Francisco recibió a las esposas de dos de los oficiales del Batallón Azov, la unidad del Ejército ucraniano que combate contra los invasores rusos y que tiene a algunos de sus miembros cercados en la acería de Mariupol, la ciudad mártir de la guerra situada a orillas del mar de Azov.
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Según adelantó la agencia italiana Ansa, el Papa habría accedido por motivos humanitarios a recibir a las dos mujeres, Kateryna Prokopenko y Yulya Fedosiuk, que habrían recurrido a los canales diplomáticos para lograr el saludo al final de la audiencia general. Antes del encuentro la Santa Sede valoró la polémica que rodea al Batallón Azov, algunos de cuyos miembros han sido acusados en el pasado de tener simpatías neonazistas y de cometer crímenes de guerra.
Además de este nuevo gesto hacia Ucrania, el Pontífice también tuvo presente en la audiencia general la situación de Sri Lanka, que vive una situación de fuerte inestabilidad política debido a las protestas por la crisis económica, en las que se pide la dimisión del presidente Gotabaya Rajapaksa, después de que haya abandonado ya su puesto como primer ministro su hermano, Mahinda Rajapaksa. Los incidentes registrados el pasado lunes costaron la vida a 8 personas y dejaron más de 200 heridos.
Protestas en Sri Lanka
Al final de su catequesis, el obispo de Roma dedicó un “pensamiento especial” a la población de Sri Lanka, en particular a los jóvenes, que “han hecho sentir su grito frente a los problemas sociales y económicos del país”. El Papa mostró su respaldo a las autoridades religiosas locales, que han pedido a las autoridades que mantengan una “actitud pacífica sin ceder a violencia”, y aprovechó para hacer un llamamiento a quienes tienen responsabilidad de gobierno para que “escuchen las aspiraciones de la gente” respetando siempre “los derechos humanos y las libertad civiles”.
La catequesis estuvo este miércoles dedicada a una “heroína bíblica” como es Judit, que de joven salvó su ciudad, Betulia, del asedio de Holofernes y luego vivió una “bonita vejez”. “El heroísmo no es solamente el de los grandes eventos que caen bajo los focos: a menudo se encuentra en la tenacidad del amor vertido en una familia difícil y a favor de una comunidad amenazada”, dijo el Papa, animando a vivir los años de la jubilación con ilusión y ganas de crecer “en autoridad, sabiduría y santidad”.
El “bien” de la herencia
Para ello resultan determinantes los nietos. “Los abuelos, una parte importante de su vocación es sostener a los hijos en la educación de los niños. Los pequeños aprenden la fuerza de la ternura y el respeto por la fragilidad: lecciones insustituibles, que con los abuelos son más fáciles de impartir y de recibir”, señaló el Pontífice, para quien se debe poner el foco en el “bien que se puede dejar como herencia” y no tanto en los “bienes de la herencia”.
Aunque cuando se llega a la vejez “se pierde un poco la vista”, la mirada interior se hace en cambio “más penetrante y se ve con el corazón”. El viejo “sabe mirar y ver”, advirtiendo así cosas “cosas que antes se le escapaban”. La sociedad debe por tanto “saber disfrutar de los talentos y de los carismas de tantos ancianos, que para el registro están ya jubilados, pero que son una riqueza que hay que valorar”.