José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

La crónica inacabada de Jesús Mariñas


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JUEVES

A Sara no se le escapa nunca. Año tras año me felicita personalmente por el día de nuestra primera comunión. Y van 33. Aniversario que vale la pena tener presente, no para recordar, sino para rememorar, para redescubrir a ese Amigo que en aquel entonces ya decían que nunca fallaba. Y no se equivocaban.



SÁBADO

Me asalta una publicidad en YouTube para ofrecerme los servicios de un interventor estratégico. No es un tema de negocios ni un decorador de última generación. Es la evolución de los coach con sesiones denominadas de “alto impacto emocional”. No será exactamente así, y que me perdonen los profesionales de la materia, pero me suena a parcheado exprés para problemas de fondo más complejos. En las parroquias también los hay, aunque no se hayan profesionalizado como tales. Brochazos espiritualoides para heridas afectivas, psicológicas y hasta patológicas que no se solventan con rituales estratégicos.

MARTES

Cuando alguien decidió que quizá podría tener algo de chispa para escribir sobre ‘corazoneo’, mi primer encargo fue ser el enlace con Jesús Mariñas: recibir su texto mecanografiado, picarlo, editarlo, poner en página y adiós muy buenas. Sí, a las órdenes del señor de ‘Tómbola’. Ese que dibujaban como mordaz, crispante e insultante. Quimera del personaje televisivo. En primera llamada, tras ver su crónica en el papel, salió solo el primer ‘gracias’ de otros tantos que nunca podré devolverle.

Jesus Mariñas

Por esa minuciosidad a pie de photocall que aprendí estando a su lado, por su profesionalidad a la hora de retratar el mundo rosa que ya quisieran para sí otros que juegan a ser adalides de la ética periodística en púrpura, cuando han hecho de la información religiosa una rifa de tres al cuarto. Maestro y hombre de fe. No conozco a nadie que haya peregrinado más veces que él a Goa, a encomendarse a los pies de la tumba de san Francisco Javier, al que se aferró hasta anteayer. A Mariñas le venía mal morirse ahora. A mí, que deje sus crónicas inacabadas.