Rafael Salomón
Comunicador católico

Un nuevo aire a nuestra Iglesia


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Han pasado más de treinta años dedicando parte de mi vida a compartir el Evangelio, visitando comunidades, conociendo personas tan valiosas y llenas del Espíritu de Dios, han sido más de tres décadas de haber dicho sí. Soy un laico comprometido, una persona como cualquiera otra que descubrió un camino diferente y en el que me sigo sintiendo completo.



En este largo caminar como lo he mencionado, he conocido a seres humanos de una extraordinaria calidad humana, pero también he tenido la experiencia de estar con seres que no son felices, que tratan por todos los medios de impedir, obstaculizar y distorsionar los planes y proyectos para crecer en comunidad. Personas que tienen un problema para cada solución, nada les parece y todo lo critican de una manera cruel.

También están los que guardan silencio y a mi parecer son los que más daño hacen, los primeros toman una posición negativa, pero los que ignoran, los que callan para no tener problemas, los que solo toman partido cuando se ven beneficiados, esas personas son las que causan daños estructurales, así es, golpean fuertemente las estructuras humanas porque son quienes de manera sigilosa no permiten los cambios, hacen como que no está pasando nada.

Iglesia semivacía

Su inteligencia causa un daño irreparable, ignoran a sus semejantes y solo se manejan en esferas donde la toma de decisiones es real. Son laicos, como muchos de nosotros, pero sus verdaderas intenciones están en el poder, en el estatus, en todo menos en la humildad. Siempre están cerca de la jerarquía, nunca cerca de los que realmente necesitan, estos hermanos tienen grandes y brillantes ideas, siempre para su beneficio.

Necesitamos hacerlo así: juntos

No quiero que se malinterprete este comentario, solo estoy exponiendo lo que he visto y trato de poner en perspectiva una realidad. Por ejemplo, cuando se habla de una visita Papal, quienes dan los lineamientos de las condiciones y forma en que se llevará a cabo la visita es el propio Vaticano, pero quienes implementan, ajustan, organizan y autorizan son los laicos que están cerca de estas esferas.

Es ahí donde se evidencia lo que comento, los mejores lugares son para ellos y sus allegados, todo lo que acontece en torno a los eventos que no están en el protocolo son manejados por ellos, emplean sus criterios y benefician a sus conocidos, por ejemplo, en la selección del tema musical. Esto es solo un ejemplo del poder que pueden llegar a tener, sin duda es mucho.

Eso sí, pocas veces han dedicado tiempo a lo que realmente el Evangelio nos invita. Estos hermanos laicos muchas veces imponen sus criterios por encima de un beneficio general. En ocasiones depende de ellos, necesitan estar convencidos del trabajo pastoral, de lo contrario no habrá forma de que se lleve a cabo. Si vamos juntos como hermanos, necesitamos hacerlo así: juntos. Es lo que impulsa la sinodalidad.

En estos treinta años de Ministerio veo ciertos puntos en los que debemos trabajar para avanzar y darle este nuevo aire a nuestra Iglesia. Más cooperativa, menos jerarquizada, más incluyente con quienes somos laicos de a pie, por llamarnos de alguna manera a quienes no tenemos ni aspiramos al poder ni reconocimiento. “¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos?” San Mateo 18,1.