En el portal del Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC), el flamante presidente de la institución, Adrián Álvarez, aprovechó el espacio para presentarse y manifestar sus expectativas con respecto a esta nueva función.
- PODCAST de VN: Refugiados y migrantes… de primera y de segunda
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Casado, desde hace 32 años con María Paula y con 6 hijos, comentó que se formó y fue dirigente de la Acción Católica Argentina (ACA) en la parroquia Nuestra Señora de la Divina Providencia, en el barrio de Pompeya, en la ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Expresó que en su vida, siempre se ha dejado sorprender por el Señor, a decir que si y a poner su disponibilidad para hacer lo que El le pide.
Renovar la pasión
“Esta nueva etapa es para mí un gran desafío”, aseveró. Manifestó, además, que asume esta tarea con un profundo espíritu de servicio, tanto al Señor como a la Iglesia, y lo proyecta sobre todas las comunidades educativas de todo el país. Distinguió a los docentes que realizan cotidianamente su apostolado en las aulas, trasmitiendo con su ejemplo y su testimonio los valores del evangelio a los estudiantes.
Álvarez aseguró que las comunidades educativas de la Iglesia “tienen la enorme responsabilidad de compartir a tantos niños y jóvenes a Jesús mismo. Queremos que se enamoren de Él, trasmitiéndoles su mensaje en este tiempo que nos toca vivir”.
Cree que, en las aulas de están los líderes que la Argentina está necesitando, y que el desafío es formarlos en el diálogo, la fraternidad, el respeto por la vida propia y de los otros, la gratuidad y la solidaridad. Se refirió a los líderes sociales y políticos, sino también habló de los líderes en el ámbito familiar, laboral, de profesionales, emprendedores y docentes.
El presidente de CONSUDEC recordó que el papa Francisco brindó algunas pistas para este tiempo, a través del Pacto Educativo Global, que invita a renovar la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. La finalidad es formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna.