Hace diez años nacía Mujeres, Iglesia, Mundo. Por primera vez, el Osservatore Romano impulsaba y producía un mensual dedicado a las mujeres cuya tarea era informar, contar y pronunciarse sobre la condición de la mujer en la Iglesia.
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Tres supuestos que motivaron y favorecieron esta iniciativa:
- La primera de las tareas fue informar, porque también en la Iglesia-institución había una discriminación que afectaba a su parte femenina.
- La segunda se necesitaba porque la Iglesia había llegado especialmente tarde a la hora de reconocer el estatus de la mujer; de hecho, regía un patriarcado aún más fuerte y extendido que el que se podía encontrar en otros ámbitos de la sociedad.
- La tercera de estas funciones debía darse para responder a un mundo femenino que había tenido su propia evolución y que quería contar más. No se trataba solo de una cuestión de poder -que también estaba y está sobre la mesa-, sino de la afirmación de una identidad, de una cultura, de una experiencia de fe y de oración y de relaciones sociales que las mujeres habían desarrollado y que habrían sido útiles a todos los creyentes.
En estos diez años, Mujeres, Iglesia, Mundo ha labrado, sembrado y cultivado un vasto campo que ha resultado más fértil de lo que suponíamos. No ha sido fácil elegir un tema y unos artículos para este número que describieran la publicación, sus investigaciones, sus descubrimientos y las protagonistas de estos diez años vividos intensamente.
Volviendo la vista atrás, vemos que en el campo del que nos hemos ocupado hay una planta que ha crecido con fuerza y es que algunas de nuestras protagonistas se han podido mostrar con más fuerza, han roto estereotipos y han revelado una energía que solo sospechábamos. Han sido las religiosas y las monjas.
Una vanguardia
Las mujeres que consagran su vida a la fe son una vanguardia. A partir precisamente de la elección hecha, quieren cambiar y ya están cambiando la Iglesia y el mundo. Luchan contra la esclavitud moderna, operan en países en el centro de los conflictos, son empresarias que revolucionan el mundo del trabajo.
Escriben libros, examinan los textos bíblicos con ojos nuevos, practican el discernimiento, pero no temen rebelarse contra la injusticia, no temen oponerse a los roles que se les atribuyen y reconocen la tradición, pero quieren el cambio. Y no dudan en señalar en las mujeres las cuestiones a abordar y a las que probablemente se ha llegado tarde sabiendo distinguir entre la autoridad de la Iglesia y el autoritarismo de los hombres. A ellas dedicamos este número de Mujeres, Iglesia, Mundo. (DCM)