Giorgio Marengo es el último cardenal elector que nombró Francisco ayer por la mañana, cuando repasó la lista de los que serán los nuevos ‘príncipes’ de la Iglesia cuando se celebre el octavo consistorio del Papa argentino los próximos 27 y 28 de agosto.
Además, este misionero italiano de la Consolata de 47 años se convierte también en el purpurado más joven del colegio cardenalicio como prefecto apostólico de Ulán Bator, en Mongolia, donde aterrizó en 2003 para acompañar a una pequeña comunidad cristiana en Alvaiheer, en la región de Uvurkhangai. Su designación supone un más que significativo salto generacional, puesto que, hoy por hoy, ninguno podía considerarse ‘cuarentañero’. De hecho, hasta ahora quien rebajaba la edad media de los cardenales era el centroafricano Dieudonné Nzapalainga, de 55 años.
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La elección de Marengo coincide justo cuando se celebran 30 años de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Mongolia, destino de este religioso en el que hay 1.400 católicos -entre 3,5 millones de habitantes- en ocho parroquias. “Es una aventura muy bella e interesante, guiada por el Espíritu, como en los primeros siglos de la Iglesia”, asegura el joven cardenal, que aprecia el trabajo realizado por sus predecesore en materia evangelizadora “ tras el fin del régimen comunista, que había restringido gravemente la libertad religiosa en este país de Asia Central”.
La presencia de los católicos en Mongolia es simbólica, dentro del 2,2% de los cristianos con los que cuenta el país. De hecho, el primer templo católico del país se bendijo en 1996, con apenas 150 parroquianos. Se trata de la catedral de San Pedro y San Pablo de Ulán Bator. Al tratarse de una misión de reciente creación no cuenta como arzobispo u obispo, sino que el cargo que ostenta Marengo es el de prefecto. Junto a él, en el país hay otro medio centenar de misioneros católicos volcados en la pastoral social.
