‘¿Qué significa peregrinar en un mundo postpandemia?’. Esa fue la idea a la que trató de responderse en el ‘Encuentro Vida Nueva’ celebrado el miércoles 25 de mayo en la Embajada de España ante la Santa Sede y con el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, como ponente de excepción.
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Ante un auditorio formado por diplomáticos, trabajadores de la Curia romana y miembros de congregaciones religiosas, el purpurado italiano, uno de los mayores intelectuales con los que cuenta hoy la Iglesia católica, mantuvo un vivo diálogo con el director de esta revista, José Beltrán.
Mezclando la exégesis bíblica con sus reflexiones personales y adornándose con gran cantidad de citas en diversos idiomas, durante alrededor de 80 minutos, Ravasi llevó de la mano a los asistentes al acto, tanto de manera presencial como a través de Internet, hacia un análisis de lo que significan hoy las peregrinaciones y los retos que afrontan.
En el encuentro ejerció de anfitriona la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá, que mezclando con fluidez la lengua italiana con la castellana, celebró la “grandísima cultura” del purpurado y señaló cómo tras la pandemia, en la que hemos estado encerrados “en nuestro microcosmos llenos de miedo”, ahora ha llegado el momento de “abrirnos al mundo, aunque sin olvidar a nuestra Penélope interior que teje con infinita paciencia y nos espera”.
Erudito y gran pedagogo
Fue Celaá la que cedió la palabra a Beltrán, encargado de presentar al cardenal, al que consideró un hombre “de gran erudición que hace que nos sintamos pequeños a su lado”, pero que luego, en cuanto abre la boca, resulta “cercano” por su capacidad para “abajarse” y poner en marcha “una adaptación curricular, como un gran pedagogo”.
El director de ‘Vida Nueva’ recordó los viajes literarios realizados por el ponente con su multitud de libros sobre la Biblia, que abarcan desde el Génesis hasta el Apocalipsis, destacando en particular su reciente biografía de Jesús, cuya lectura recomendó vivamente. Como introducción a su conferencia, le preguntó al cardenal: “¿Qué es para usted peregrinar?”.
Ravasi respondió agradeciendo primero la acogida de la embajadora de España ante la Santa Sede, de la que alabó su italiano, que consideró “ejemplar”, y destacando además lo “sugestivo y profundo” de su intervención inicial, que le propiciaba “un marco” para sus palabras. A continuación, empezó su alocución con un antiguo aforismo árabe que asegura que existen tres tipos de viajeros.
Pies, ojos y corazón
Están primero quienes viajan “solo con los pies”, como ocurre con los mercaderes. “Van de un lugar a otro ignorando cualquier monumento, porque para ellos el viaje es solo una cuestión comercial”. Luego, están los que viajan “con los ojos”, que se desplazan con hambre de belleza, como ocurre con los turistas que visitan otros lugares para conocer “monumentos, tradiciones, paisajes, costumbres…”. Por último, remarcó el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, están los que “viajan con el corazón”, los peregrinos. Ellos dejan durante un tiempo sus hogares impulsados “por el deseo de encontrar el misterio”, de hallar “una presencia trascendente en el templo”.
Es una vocación propia que “acomuna a los creyentes”, ya sean de una o de otra religión. “Sabemos que todas las tradiciones religiosas cuentan con un viaje sagrado”, señaló el purpurado italiano, recordando que los musulmanes tienen en la peregrinación a los lugares santos de La Meca, situada en Arabia Saudí, uno de los cinco pilares de su fe, de cumplimiento obligatorio.
Ulises y Abraham
Antes de profundizar en los “cuatro viajes fundamentales” que ofrece la Biblia, “nuestro gran código de cultura occidental y de la fe”, el ponente citó al crítico alemán Erich Auerbach, autor de ‘Mimesis: la representación de la realidad en la literatura occidental’. En esta obra, Auerbach identificó como “matriz” de nuestra cultura dos viajes. “El primero es un viaje de retorno. Es el de Ulises, que vuelve al paraíso perdido, a su Ítaca, con el sueño de poder ver todavía en la noche el humo que sale de la chimenea de su casa, en su ciudad”.
El segundo viaje va dirigido, en cambio, “hacia el futuro” y es el de Abraham, que “sale de su tierra” abandonando “una ciudad espléndida como es Ur”, que el propio Ravasi ha visitado más de una vez, según confesó. Estos dos viajes representan ideas diversas. Por un lado, está el impulso de la nostalgia, de regresar a un “horizonte dulce”, mientras que, por el otro, se presenta un desplazamiento marcado por “el riesgo” y “la aventura” y en el que se tiene como guía “una palabra”.
Cuatro viajes
El de Abraham es, precisamente, el primero de los “viajes fundamentales” recogidos en la Biblia. El segundo es el éxodo de Moisés, un camino “hacia la libertad” con el que “dejar la esclavitud y la opresión para correr hacia el horizonte, hacia un futuro misterioso, la tierra prometida”. Al rememorar este pasaje bíblico, el cardenal citó la “sugerente” frase que dice David al presentarse frente a Dios, cuando afirma que, delante de Él, los hombres son siempre “extranjeros y peregrinos” y que, aunque hayan llegado ya a la “tierra prometida”, no ha concluido aún su camino.
El tercer viaje del que habló el autor de ‘Espiritualidad y Biblia’, entre otras muchas obras, es el que tienen que realizar tres veces al año los judíos al templo de Jerusalén, recogido en los Salmos. “Los peregrinos cantaban este gran amor y nostalgia cuando dejaban el templo y volvían a sus aldeas. Es un testimonio muy apasionado del hecho de ser siempre peregrinos, de volver a vivir siempre como nómadas”, dijo Ravasi, que recurrió una vez más al árabe para señalar que, en esa lengua, el significado literal de uno de los saludos habituales es: “Que Dios te alargue los horizontes”.
La Biblia también remarca esa “necesidad de salir”, de no quedarse “encerrados en un espacio”, algo muy presente en el cuarto viaje bíblico del que habló el purpurado italiano: el del propio Jesucristo. Los Evangelios nos dicen que “no tenía ni una almohada para poner la cabeza”, lo que indica que estaba “siempre de viaje”, que “no era sedentario” ni tampoco tenía “un punto fijo” más allá de la “larga marcha hacia Jerusalén”.
En camino
En la carta a los Hebreos del Nuevo Testamento se remarca específicamente que no es en esta tierra donde debe esperarse “la ciudad definitiva”, lo que supone una invitación al movimiento que está muy presente en la invocación con la que concluye el Apocalipsis: “‘Sí, vengo pronto’. Amén. ¡Ven, Señor Jesús!”.
Estos cuatro puntos presentes en los textos bíblicos son para el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura una clara representación de que la naturaleza humana, de manera espontánea, “se dirige hacia un más allá, se mueve, está inquieta”. San Agustín también lo refleja en una de sus más célebres citas, presente en sus ‘Confesiones’: “Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. (…)