Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

El alivio de la muerte


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Es tal el desgaste, el cansancio, la incertidumbre, las emociones contradictorias que atravesamos cuando enfrentamos la agonía de un vínculo que ya está a punto de morir, que incluso anhelamos, ansiamos, suplicamos la muerte de la relación; no por masoquismo ni maldad, sino por obtener un minuto de paz para poder sentir el alivio de no cargar más un bulto que ya no podemos soportar.



Así como en la enfermedad gravísima de un ser querido hay momentos en que ni por ellos ni por nosotros mismos hay más fuerzas para continuar, hay vínculos que se empiezan lentamente a deteriorar. Primero, puede haber sido una simple molestia; luego, un malestar más consciente e inquieto y lo quisiste reparar por cuidar la armonía y la paz familiar.

Relación tóxica

Por lo mismo, acudiste a las mejores medicinas, intentaste con todas las terapias, pero ya la relación se comenzó a volver tóxica para ti y un esfuerzo demasiado grande para disimular. La convivencia forzada y continua no hizo más que empeorar los síntomas y hasta tu cuerpo puede haber comenzado a avisar de que algo no estaba bien y de que la muerte de la relación empezaba a rondar.

Durante años y décadas, quizás, reprimiste ira, tristeza, frustración o un dolor intenso, que fueron horadando tu amor propio con tal de no hacer “escándalos” o de no develar la enfermedad familiar a los demás. La ropa sucia se lava en casa… Ha sido un peso para tantos y ha hecho tanto mal porque hay ropa y ropa y manchas y manchas y no siempre hay que callar.

Tristeza

¿La vista gorda?

No siempre hay que hacer vista gorda a la estupidez ni a la maldad porque, de lo contrario, perpetuamos sistemas de relación “mal paridos” que hacen mal a los mismos miembros de la familia y a la sociedad en general. Son farsas tan bien montadas que parecemos zombis deambulando por la ciudad y podemos perpetuar esos daños a las generaciones futuras.

Es por eso por lo que, cuando tomamos el coraje de cortar un vínculo fundante como el de un padre, una madre, un hermano(a), un abuelo(a), un cónyuge, un hijo(a), un nieto (a), el o la suegra o un familiar directo porque es una agonía que va contra nuestra dignidad, contra la dignidad de otros y es por el bien mayor del sistema, debemos saber que los últimos días antes de la muerte serán los peores de vivir y que cada respiro querremos que sea el último, y aunque no lo sea, tarde o temprano llegará.

Un cambio más que utópico

Nada peor que las expectativas de creer que puede mejorar, que las cosas o las personas van a cambiar; que puede haber un milagro en una relación que está en estado terminal. Debemos contar que las cosas ya llevan mucho tiempo mal y que un vínculo dañado por años es como un cáncer en metástasis final.

Para eso, habrá que pedirle al Espíritu Santo que nos permita vivir cada día con su afán, dando un paso tras otro, sin exigirnos más de lo que podemos dar. El cansancio es extremo; estamos exhaustos de cargar con una relación muerta hace mucho y por la que hicimos tantos esfuerzos por salvar y/o reparar, pero ya la decepción nos ha llegado al cuello y lo que nos pide Dios es no mirar atrás. De lo contrario, todo el rescate que nos ha permitido podríamos echarlo a perder y quedar convertidos en “estatuas de sal”.

Consuelo final

Ya vendrá el alivio de la muerte final, no física, pero sí emocional. Ya dejará de ser alguien que nos duela, que nos agobie, que nos desgaste, que nos avergüence, que nos afecte, y pasará a ser una persona sin poder sobre nosotros, por la que rezaremos por su salvación y podremos seguir con la cabeza en alto, con paz.

Para eso, solo algunos consejos que podrían aliviar mientras da el último respiro y estertor final: darse tiempo y distancia física; obedecer lo que “el estómago aguante” y no más; dejarse cuidar y amar por los que te quieren; exorcizar la culpa todas las veces que sea necesario; orar por la conversión de la persona; pedir fortaleza y sabiduría para cortar el vínculo; mirar hacia adelante.

Nada de lo que he escrito es fácil; de hecho, es lo más complejo y antinatural que se puede experimentar. Pero se sale adelante y lo podemos soportar si sabemos que contamos con la fuerza de Dios y su amor incondicional