Era 27 de junio de 1942. Aquel día de verano, el por entonces Papa, Pío XII, daba luz verde a la creación de una nueva institución dentro de la Santa Sede: el Instituto para las Obras de Religión (IOR), que más adelante pasaría a ser conocido como Banco Vaticano y que, hoy, cumple 80 años dentro de un proceso de gran transformación.
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Con el IOR, Pío XII institucionalizaba –en plena II Guerra Mundial– la Comisión para las Causas Pías, una pequeña formación que, desde 1887, se ocupaba de la administración de recursos para las obras de caridad hechas por parte del Vaticano. Ahora, el IOR tendría el propósito de administrar y conservar los bienes de aquellas personas físicas o jurídicas dedicadas a actividades religiosas y a la caridad.
De esta manera, el IOR puede administrar sus recursos, y sus beneficios tendrían como objeto las iglesias con mayores necesidades. Sin embargo, y a pesar de ser conocido como el Banco Vaticano, el Instituto no tiene un fin lucrativo, así como tampoco hace préstamos ni inversiones de forma directa.
La fama de opacidad fue creciendo poco a poco hasta que, en 1982, numerosos nombres de altos cargos de la Iglesia vinculados con el IOR –especialmente el del cardenal Paul Marcinkus, quien dirigió el banco durante casi 20 años– se vieron envueltos en la caída del Banco Ambrosiano, el cual, hasta ahora, es el mayor caso de fraude en entidades financieras sucedido en Italia.
Hacia la transparencia
No fue hasta 2009, con el pontificado de Benedicto XVI, que el IOR empezó a pasar por un proceso de transparencia en sus cuentas y actividades. Ratzinger ponía entonces al frente del IOR al banquero y académico Ettore Gotti Tedeschi, quien, en 2010, se vio envuelto, junto al resto de responsables del organismo, en una investigación por blanqueo de capitales por parte de las autoridades Italianas. Finalmente se le excluyó de cualquier responsabilidad, pero fue la Junta de Superintendencia del IOR la que, en 2012, le relegaba de su cargo.
Ya con Francisco al frente del Pontificado, la situación del banco ha pasado por altibajos a pesar de los esfuerzos de los dos últimos papas por dotar de transparencia a la institución. En 2017, y a través de un quirógrafo, el papa Francisco ha actualizado las estructuras y el organigrama del IOR y en el que establecía la necesidad de elaborar de forma anual una auditoría externa al organismo.
El caso más sonado vinculado al IOR ha sido, precisamente, el que ha desatado el Vatileaks 3, el cual ha acabado con el despido de gran parte de la directiva del organismo y un juicio en el que la justicia vaticana ha sentado en el banquillo de los acusados, por primera vez, a un cardenal: Angelo Becciu, a quien el Papa destituía sus privilegios como purpurado.