La exégesis es la ciencia que se ocupa de interpretar textos, especialmente bíblicos. Estudia, entonces, lo que sale de un escrito, lo que se puede extraer de él. Exige un minucioso trabajo hermenéutico, y se apoya en ciencias como la lingüística, la fenomenología, la arqueología, etc.
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La eiségesis es otra disciplina que, por el contrario, busca revelar lo que entra en el texto. En pocas palabras, lo que le introducimos quienes decimos descifrar aquello que leemos. Sobra decir que este ejercicio es muy subjetivo, en la medida en que revelamos algo que no se encuentra en lo leído.
El papa Francisco -y todos los Papas- tiene muchos exegetas. Con mayor o menor objetividad y competencia científica, y tratando de dejar de lado sus filias y fobias, nos ofrecen interpretaciones de tipo histórico, teológico, sociológico, etc., de lo que dice el argentino sucesor de Pedro.
Pero también abundan los eisegetas, aquellos que no sólo aprovechan alguna frase sacada de contexto, sino que distorsionan el mensaje mismo, privilegiando lo que conviene para sus intereses económicos, políticos o religiosos. En México tenemos dos claros ejemplos de estos eisegéticos esfuerzos.
El primero. Cuando se publicó la ‘Fratelli Tutti’, en octubre del 2020, funcionarios de la actual administración pública se volcaron en alabanzas para las críticas papales al neoliberalismo, en el capítulo V del documento. Sin embargo, no hicieron referencia alguna a los cuestionamientos que Bergoglio hace, en ese mismo apartado, de los populismos. Leyeron, entonces, lo que les servía para justificar sus proyectos.
El segundo. En días pasados, y lamentando el asesinato de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas, el Papa recobró una antigua sentencia: la violencia no resuelve los problemas, haciendo un llamado a la paz que, como él siempre lo ha insistido, no puede construirse sin la justicia. ¿Qué entendió el gobierno mexicano? Que Francisco de Roma está de acuerdo con la consigna de abrazos, no balazos. La manipulación es evidente, y la cerrazón a escuchar la propuesta de los obispos mexicanos -sugieren abrir un diálogo nacional sobre la actual estrategia contra la violencia- es aún mayor.
Urge, entonces, revisar ciertas certezas oficiales: la delincuencia surge por la pobreza, los hoy críticos nunca se quejaron en el pasado, los curas quieren que se masacre a comunidades enteras cuando se persigue a los criminales, hay que matar en caliente a los narcotraficantes, etc. Nadie pide eso. Parece muy difícil que en Palacio Nacional se atienda la invitación del episcopado azteca a discutir el tema. Escuchar no es lo suyo.
Pro-vocación
La reciente Carta Apostólica ‘Desiderio desideravi’ (Anhelaba el deseo), da el golpe definitivo a una celebración litúrgica que no evangeliza. Más allá de la ira que ocasionará en los sectores ultratradicionalistas de la Iglesia católica, el #54 es una verdadera joya de propuesta para el equilibrio de quien preside la celebración. El texto invita a evitar los siguientes extremos: rigidez austera o creatividad exagerada; misticismo espiritualizador o funcionalismo práctico; prisa precipitada o lentitud acentuada; descuido desaliñado o refinamiento excesivo; afabilidad sobreabundante o impasibilidad hierática.