El libro
Llegó el día de Pentecostés y sin mucho ruido la nueva configuración de la Curia Romana se convirtió en realidad. Tras años de reflexión, cardenales en consejo y una pandemia por fin se ha traducido el texto a diferentes idiomas y los principios comienzan a resonar por pasillos y oficinas vaticanas. Seguramente el mayor curso propedéutico en este tiempo desde el precónclave hayan sido los discursos navideños a la Curia Romana en los que Francisco no ha hablado tanto de eficiencias organizativa como de conversión a una nueva mentalidad.
- PODCAST: Actualizando la asignatura de Religión
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Para un Papa que viene “del fin del mundo”, una huelga de brazos caídos puede ser el mayor escollo interno a superar para que la reforma sea evangélicamente exitosa. La cosa es que en una maquinaria tan italianizada se conoce de sobra la táctica del “gatopardismo”, que encarna aquella expresión de la novela italiana de Giuseppe Tomasi di Lampedusa cuando el camaleónico Tancredi dice a su tío Fabrizio –quien ve amenazada su posición nobiliaria ante los movimientos sociales de la Italia de Garibaldi– aquella conocida frase de que “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. Para este personaje aprovechado que va según sople el viento el “gatopardismo” es una forma de vida. “¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado”, dice en otro momento formulando –puede que sin pretenderlo– el personaje de Tancredi.
Lo cierto es que la novela, publicada cuando el autor había muerto, ha cristalizado –puede que en parte gracias a la película de Lucino Visconti– en una forma de doctrina política. De hecho, en otro momento de la novela, consideran una de las concesiones que deben hacer los personajes como “una de esas batallas que se libran para que todo siga como está”. Seguro que algún monseñor de rancio abolengo ha repetido esta sentencia más de una vez.
El apotegma
Sin embargo, el “gatopardismo lampedusiano” es lo opuesto al evangelio y, por ende, a la labor misionera de la Iglesia. Hace bien Francisco en predicar la conversión pastoral y convocar a todos los cardenales del mundo en una cita inédita que visibilizará que esta reforma va en serio y que implica algo más que cambiar las placas de algunas oficinas de la Vía de la Conciliación o del Trastévere. Y es que la renovación tiene que hacer volver a la esencia lo que es el corazón de la Iglesia, tiene que testimoniar su función de estar al servicio de las comunidades de todo el mundo que encuentran en Pedro motivos para confirmar la propia fe.
En este sentido, hay un apotegma de los padres del desierto lleno de simbolismo bíblico, que suele emplearse para hablar de renovación:
Cuenta la historia que un día el abad Lot fue a ver al abad José y le dijo: “Padre, en lo que puedo, observo una regla sencilla, hago pequeños ayunos, practico algo de oración y meditación, guardo silencio y, en la medida de lo posible, procuro mantener limpio mi pensamiento. ¿Qué más debería hacer?”
El viejo monje se puso en pie, alzó las manos hacia el cielo, y sus dedos se convirtieron en diez antorchas llameantes. Entonces dijo: “¿Por qué no te transformas en fuego?”
¿Podrá ‘Praedicate evangelium’ convertir en fuego a quienes forman parte de la Curia? ¿Incluso a los más desencantados o tímidos? Ahora llega una oportunidad para superar la mera burocracia. Y por cierto, hay quien desde esas mismas oficinas, tiene gana de entre la brisa del Espíritu.