Es “un intento de mostrar, a través de determinadas obras de arte contemporáneo, la trascendencia y espiritualidad en Extremadura. Es una invitación para que el espectador reflexione sobre lo permanente y lo transitorio, sobre lo que es eterno y es temporal. Ahora que parece que la trascendencia no está de moda en el mundo actual”, explica Javier Cano Ramos, director del Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Junta de Extremadura.
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A ese propósito, más que logrado, responde la exposición Spiritualitas in arte hodierna. Arte y espiritualidad en la era contemporánea, que el propio Javier Cano –junto a Nuria María Franco Polo– ha comisariado en el Centro Cultural Las Claras, en Plasencia, como complemento a Transitus, la XXVI edición de Las Edades del Hombre que acoge la catedral placentina. “Da una idea diferente de la que se tiene sobre los vínculos del mundo espiritual y el arte contemporáneo –apostilla Cano–, pero añadiendo que existen también dentro de esta espiritualidad y este arte contemporáneo múltiples modos de mirar”.
Esa mirada interior responde a la complejidad de la existencia del propio ser humano, de cómo ser y cómo estar en este mundo. “Escala un poco más en ese tránsito del hombre contemporáneo hacia una nueva realidad, con diferentes sensibilidades y en el que los artistas van más allá de las formas, al trascender entre un mundo material y otro espiritual”, manifiesta el comisario.
Son treinta y tres artistas, nacidos o vinculados con Extremadura. Treinta y tres obras, o “búsquedas de elevarnos a otra dimensión”, como las define Cano. “Basados en esos pilares contemporáneos que son el Concilio Vaticano II y la carta de Juan Pablo II se crean nuevos lenguajes, nuevas directrices, nuevas liturgias, que no tienen por qué ser católicas en sí. Hemos intentado conjugar pinturas y esculturas, fotografías, cuadros-objeto, arte textil, grabados, en fin, toda una serie de técnicas con las que cruzar las tendencias y los estilos que se han ido sucediendo en los siglos XX y XXI a través de artistas de Extremadura”, precisa Cano.
“Cada obra tiene su propio sentido. Por ejemplo, hemos intentado ver cómo se siente el dolor o la angustia a través de Juan José Narbón, de Juan Barjola o de Oswaldo Guayasamín; la ironía y el humor con respecto a lo que es lo espiritual en Antonio Gómez, o una mirada mucho más dulcificada a través del mandala de Luis Canelo, obra en forma de cruz que me parece llamativa por ese juego ascendente de colores y formas geométricas que se van desvaneciendo según van situándose en la composición”, enumera.
Una mirada plural
Hay, evidentemente, obras significativamente católicas, como la Corolla lucis (1966), de Hilario Bravo, o el sagrario de Jacqueline Canivet y Lorenzo Pascual, realizado hacia 1956 en acero inoxidable y cerámica, que pertenece a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Fátima en Vegaviana (Cáceres). “No me quedaría con ninguna obra, sí con todas. Aunque si tengo que elegir, me quedo con el sagrario de Canivet. En él se resume el cambio de modelo en el arte sacro contemporáneo, el espíritu renovador acorde a las posturas vanguardistas de los años 60”.
La riqueza de la selección está en la mirada plural de lo sacro y, como matiza Cano, “en ver cómo existe una correlación entre el tiempo que vivimos y el espíritu de cada creador”. Y es precisamente lo que apunta: “La obra de Barjola representa a las prostitutas, figuras que aparecen muy a menudo en la Biblia, pero, a la vez, exponemos la obra de Miguel Calderón Paredes, que muestra cómo los pueblos de colonización –en este caso, Yelbes, Pizarro, Casar de Miajadas y Rincón de Ballesteros– levantan con un espíritu renovador las iglesias en sus núcleos urbanos; o la obra de Florentino Díaz, que homenajea al Siglo de Oro español, con ese mechón que cae sobre la mitad de un fondo gris y que es la melena del Cristo de Velázquez, representación de la religiosidad contrarreformista que lo invadió todo”.