(Alejandro Fernández Barrajón– Presidente de CONFER)
“En la vida consagrada se habla también de crisis. Y no es una crisis espiritual, ni siquiera numérica -como afirman algunos-, ni tiene que ver en absoluto con el uso o no de los hábitos. Eso es quedarnos en la cáscara. La crisis tiene que ver sobre todo con la deshumanización”
La crisis que nos acecha en los últimos tiempos no es el laicismo, ni la modernidad, ni siquiera el consumismo. Lo que realmente es grave en la sociedad y en la Iglesia es la deshumanización.
En las familias abunda la despreocupación de unos por los otros; en las parejas, el amor parece más un pacto que una realidad que empapa todo el ser; los ancianos están ignorados, cuando no maltratados a fuerza de indiferencia.
Otro tanto sucede en ámbitos eclesiales. Surgen contiendas entre cristianos según la ideología que se profese. Parece más importante la ortodoxia o la ley que las personas. En los medios y blogs aparecen acusaciones cruzadas de unos contra otros que no resisten una mirada cristiana. Se condenan libros sin percatarse de que detrás de ellos hay autores cristianos de gran valía humana y religiosa que pueden hacer mucho bien a la comunidad cristiana.
En la vida consagrada se habla también de crisis. Y no es una crisis espiritual, ni siquiera numérica -como afirman algunos-, ni tiene que ver en absoluto con el uso o no de los hábitos. Eso es quedarnos en la cáscara. La crisis tiene que ver sobre todo con la deshumanización: falta de diálogo y tolerancia, falta de afecto y de relaciones interpersonales profundas… En definitiva, escasez de delicadeza y de preocupación amorosa de unos por otros.
La crisis de la que tanto se habla en estos días no es, sobre todo, económica. Hemos entrado en un período de recesión humanitaria. Podríamos ponernos como deberes leer con atención la parábola del buen samaritano. Tal vez ahí encontremos claves para superar esta crisis y todas las que puedan acecharnos, la económica incluida.