El arte de tocar con las palabras y una conversación del alma lo que llevamos escondido, realmente produce el mismo alivio que la sabia ciencia medicinal. Cada “aguja” pasa a ser un pinchazo que libera tensión, calma el dolor, equilibra las posiciones y permite que la energía propia y la de los demás fluya acorde al cuidado y el amor. Sin embargo, cada vez son menos los que dominan el arte de la conversación entre corazones y es necesario recordar y/o reaprender para no subestimar el arte más antiguo y eficiente de evitar la soledad y construir la fraternidad.
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¿De qué estamos hablando? Esta pregunta literal y simbólicamente tiene una hondura brutal. Dicen que los seres humanos pensamos y decimos alrededor de 35.000 palabras al día. Sin embargo, ¿cuántas de estas tienen que ver con un diálogo honesto con nuestro propio ser y con los demás? ¿Cuántas de las palabras que emitimos tienen relación con lo importante, con lo trascendente, con el amor, con la verdad de lo que somos y de lo que vinimos a aprender al encarnar?
Nos distraen
Seguramente, la mayor parte de lo que decimos tiene que ver con lo funcional, con el trabajo, con los conflictos, con la contingencia nacional e internacional, con comentarios y farándula, con preocupaciones y anhelos. Son conversaciones del mundo (legítimas y necesarias, sin dudar), pero que nos marean, distraen, confunden y saturan de palabras que no nos satisfacen la necesidad de amar y ser amados por lo demás.
¿El problema de fondo? Las conversaciones de corazón a corazón, sin tiempo ni propósito más que el regalo de escucharse, conocerse y dialogar con seguridad y confidencialidad, han ido disminuyendo a una velocidad vertiginosa. Las hemos reemplazado por mensajes breves, por fotos, por redes sociales, por emoticones, por WhatsApp que distan mucho de la conexión y comunión que se logra al hablar. La acupuntura espiritual es un arte muy antiguo, pero que hoy, dado el tipo de vida que llevamos y la conexión instantánea que exige la velocidad, está desapareciendo con todas las implicancias que tiene para las personas y la sociedad en general.
Beneficios de la acupuntura espiritual
Conversar con otra persona sin riesgo, mostrando con honestidad nuestras ideas, sentires y vulnerabilidad es establecer vínculos eternos que nos modelan recíprocamente para bien. Son verdaderas “agujas” que liberan el Yang excesivo como rabias, malos entendidos, heridas, complejos, traumas, desolación y otros temas que nos pueden estar doliendo o enfermando y permiten que adquiramos nuevas perspectivas, contención, compasión, consuelo y alivio existencial.
Pinchar también agujas de palabras alentadoras donde hay mucho Ying nos permite fortalecernos, confirmar posturas, sentir amor, agarrar fuerzas y salir delante de un debilitamiento bio-psico-espiritual. Conversar con otro es lo más terapéutico que puede haber, ya que nos permite ordenarnos y ordenar el tumulto de sensaciones, emociones, ideas y mociones que nos recorren sin parar. Un Yo, como dice Martín Buber, solo se plenifica en la relación con un Tú que le permite el Nosotros y lo alivia de la angustia y la soledad.
El problema actual
A pesar de todos los beneficios experimentados al hablar con un amigo/a bueno, con un acompañante espiritual, con un familiar sabio o con un maestro/a del amar, cada vez son menos los que se atreven a dialogar, por una serie de factores que podríamos ordenar:
- La evasión del diálogo personal: el vínculo con nosotros mismos es clave para poder vincularnos con alguien más. Si siempre estamos “ocupados”, con ruido, ni siquiera sabremos quiénes somos, cómo nos sentimos y pediremos a otros que nos den lo que no pueden, ya que es básica la acupuntura personal. Para poder hablar con otros, al menos debemos autoconocernos, interpelarnos y discernir, saliendo del piloto automático del reaccionar y del hacer que ensordece y enmudece el diálogo personal.
- La desconfianza: si bien remonta a muchos años atrás, hoy hay mayor temor a abrir el alma a otros porque los lazos interpersonales se han debilitado y la palabra ha perdido su compromiso y valor. Cuesta saber con quién hablar, quién es digno de recibir las perlas de nuestro corazón o quién es un “cerdo” que las puede malograr.
- El individualismo y narcisismo creciente: nada más triste y frustrante que una conversación donde en el fondo se da un monólogo circular. Muchas veces las personas están tan al centro del universo que no ven las necesidades ni la riqueza de los demás. Cada uno habla para escucharse a sí mismo y tomar alimento personal. El Yo cosifica al otro y el Tú de Buber se transforma en un Ello que me sirve nada más.
No perdamos el tiempo y conversemos más; no de lo que sucede afuera ni a nivel racional, sino de lo que habita nuestras almas y necesita un espacio para poder fructificar. Para eso, unos últimos consejos pueden ayudar:
- No forzar: dejar que la cosa suceda, pero sí generar ambientes propicios (en tiempo y espacio) para detenerse y dejar que la conversación fluya con libertad y paz.
- No hurgar: siempre que conversemos con otros de lo que llevamos en el corazón, debemos ser profundamente respetuosos en lo que se quiere compartir sin presionar. Las preguntas abiertas siempre ayudan a relajar.
- Ponerse como ejemplo de vulnerabilidad acerca al otro a sentirse un igual: las conversaciones de acupuntura espiritual son horizontales; de lo contrario, se pervierte todo su bien en mal.
- Invitar a Dios a la conversación: en silencio o explícitamente, esto siempre ayuda a que la sabiduría y la inspiración del Espíritu Santo saquen aún más provecho de lo que hay.
- Agradecer, bendecir y hacer explícita la riqueza que se pueda observar: son como los parchecitos a colocar una vez que saquemos las agujas. Palabras bonitas, gratuitas y verdaderas fortalecen la autoestima y estrechan el vínculo que hay.