Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.280
Nº 3.280

El culto jacobeo y la aportación de Santiago a la historia de Europa

La historia del culto al apóstol Santiago, y las demás vertientes religiosas y profanas del fenómeno jacobeo –en las que están implicados elementos cosmológicos, económicos, políticos, lúdicos y culturales– tiene su base en un relato, tan simple como poético, que narra la milagrosa invención, en tierras del Finisterre atlántico, del sepulcro del apóstol Santiago.



Del conjunto de fuentes orales e históricas disponibles se deduce que, hacia el año 827, un ermitaño, de nombre Pelagio, que prestaba servicios religiosos a la población que habitaba los valles próximos al monte Libredón, donde hoy se alza la iglesia de San Fiz de Solovio, observó que, en la ladera occidental del monte, donde solo había matorrales, se escuchaban cánticos espirituales y brillaban extrañas luminarias que sugerían la existencia de un lugar sagrado hasta entonces desconocido. Convencido de que se trataba de una revelación celestial, el buen ermitaño se dirigió a Teodomiro, obispo de Íria Flavia, a cuatro leguas de la Compostela actual, para ponerlo al tanto de sus visiones.

Tras un tiempo de meditación y oración, el venerable Teodomiro se trasladó a las faldas del Libredón, observó el fenómeno y ordenó buscar entre la maleza aquello que las señales invitaban a descubrir. Y fue así como, sobre la encrucijada de dos calzadas romanas, sobre las que se alineaban distintos monumentos funerarios, descubrió un sarcófago muy singular que identificó como el sepulcro del apóstol Santiago, hecho que proclamó solemnemente para que lo conociese toda la cristiandad. La necrópolis romana, y las calzadas sobre las que se alineaba, se pueden observar, perfectamente, en las excavaciones practicadas en el subsuelo de la catedral compostelana a mediados del siglo XX.

Cosmovisión cristianizada

Relatos de este tipo, con sus señales y cánticos, surgían entonces, con relativa frecuencia, en toda la cristiandad occidental, que estaba culminando la sustitución de la topografía romana y de sus calendarios festivos por una nueva cosmovisión cristianizada del Imperio romano. En la mayoría de los casos, tales invenciones no fueron creídas, o quedaron reducidas a un culto local de escasa proyección.

Pero, en el caso de Santiago sucedió que, una vez proclamada la invención de la reliquia apostólica, se produjo el verdadero milagro que dio origen a la ciudad de Santiago y a los largos y bellos caminos que la unieron a Europa. Milagro que nosotros no referimos al hecho de encontrar una tumba en un lugar lleno de tumbas, sino a la profunda y duradera credibilidad que la Iglesia, los reyes, los nobles y la gran multitud de los fieles le otorgaron a la proclama de Teodomiro, que, pudiendo acabar en el olvido, como tantos otros intentos, se plasmó en la prodigiosa construcción –que sigue viva trece siglos después– de lo que hoy denominamos, en términos sociológicos y politológicos, el fenómeno jacobeo.

Credibilidad en Europa

Sobre este relato cabe decir que, siendo cierto que la presencia del cuerpo apostólico en la cripta de la catedral compostelana exige el concurso de algún tipo de fe, la gran credibilidad que le otorgó toda Europa a la invención de Teodomiro es un dato histórico indudable, que, por ser claramente visible y practicable en sus infraestructuras, su monumentalidad y en las numerosas crónicas que nos describen su evolución y sus movimientos sociales, no necesita las pruebas que algunos exigen para confirmar la influencia que tuvo Santiago en el proceso de conformación de la cristiandad europea.

Y es por eso que, lejos de orientar mis estudios hacia el estéril debate sobre la identidad de las reliquias que se custodian en la catedral de Santiago, he centrado mis investigaciones en la conveniencia y la necesidad de explicar por qué un hecho tan fantasioso y común, como fue la invención de la sacratísima reliquia apostólica, obtuvo la credibilidad y la profunda veneración de toda la cristiandad.

Siguiendo este camino, he llegado a la razonable conclusión de que Teodomiro encontró lo que –consciente o subconscientemente– andaba buscando. Y que Europa, en un contexto angustioso para la cristiandad occidental, creyó lo que necesitaba creer. Porque, siendo obvio que Teodomiro actuó en un ambiente muy propicio para que la Europa cristiana se aferrase al providencial milagro, también es un hecho objetivo que la invención del obispo iriense, lejos de ser una atrevida ocurrencia, o una oportunidad aprovechada al socaire de la credulidad medieval, es la culminación –y no el comienzo– de la relación del Apóstol con España, de su transformación en patrono y tutor de una escaramuza que devino en cruzada, y que, como tal, fue denominada mucho antes de que se organizasen las cruzadas que se dirigieron a Tierra Santa.

Sentido del relato

Por eso mantengo, en abierta divergencia con la historiografía tradicional, que el primer acto que integra la lenta construcción del culto jacobeo no fue la milagrosa invención del sepulcro apostólico, sino un largo período de preparación doctrinal en el que se fueron generando las ideas, los símbolos y los documentos que le dieron sentido al relato de que el hijo mayor del Zebedeo, que, de acuerdo con el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 12, 1), fue decapitado en Jerusalén, durante el reinado de Herodes Agripa I, hacia el año 44, fue trasladado a Hispania, poco después de su martirio, con la expresa intención de enterrarlo en la Iglesia que había fundado.

La tradición dice que este enterramiento se hizo en un lugar donde se perdió y olvidó completamente, y donde fue descubierto casi ocho siglos después, con oportunidad manifiesta, para convertirlo en una pieza clave de la cosmología occidental, un principio de legitimación del carácter cristiano de Europa, y un impulso estratégico a la reconstrucción de la España cristiano-visigoda que la invasión árabe había desbaratado con extraordinaria facilidad. (…)

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Índice del Pliego

Una ‘invención’ largamente trabajada

La construcción literaria y documental de la historia del apóstol Santiago

El ideal de resistencia y los comentarios de Beato sobre el Apocalipsis

La restauración del Reino visigodo en la monarquía asturiana

La creación del ‘locus sancti iacobi’ y su proyección a Europa

La idea político-religiosa de la Reconquista

El sentido cívico-religioso de las peregrinaciones

La inversión causal que explica el éxito de peregrinar hacia la periferia

La superación del espíritu de cruzada y de la función cosmológica, y la evolución del culto jacobeo hasta nuestros días

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