Sin titubeos ni vacilaciones. Con un gesto más que serio. Y en castellano, su lengua materna, para que no quedara lugar a dudas. “Estoy profundamente dolido: pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas. Estoy dolido”.
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Son las palabras con las que el Papa entonaba hoy el ‘mea culpa’ definitivo frente al escándalo de los orfanatos concertados durante más de un siglo entre el Gobierno canadiense y la Iglesia en los que se abusó de más de 150.000 menores indígenas. Una y otra vez, Francisco pidió perdón por lo que denominó como “devastadoras experiencias” y una “memoria sangrante” para “caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos, para que los sufrimientos del pasado dejen el lugar a un futuro de justicia, de sanación y de reconciliación”. Esta contundencia busca paliar, no solo el daño causado por los abusos a los menores, sino también la tibieza con la que este drama fue afrontado por la Iglesia en estos últimos años, tanto por parte de los obispos canadienses como desde el propio Vaticano.
Destrucción cultural
“Pido perdón, en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales”, recalcó mientras era correspondido constantemente por los aplausos de los asistentes. Y añadió: “Hoy estoy aquí para recordar el pasado, para llorar con ustedes, para mirar la tierra en silencio, para rezar junto a las tumbas”.
En el primero de sus cuatro encuentros con colectivos aborígenes en este viaje al país norteamericano que arrancó ayer, Francisco se reunió con los Métis e Inuit en en la llamada Colina de los Osos de Maskwacis, una comunidad a 70 kilómetros al sur de la ciudad de Edmonton. Y lo hizo ante la atenta mirada del primer ministro canadiense Justin Trudeau y de Mary Simon, la primera indígena en ocupar el cargo de gobernadora general de Canadá, algo así como la ’jefe de Estado’ y representante de Isabel II. Pero, sobre todo, a los representantes de las principales comunidades indígenas de Canadá a quienes escuchó, estrechó la mano y pidió perdón personalmente.
Grito de dolor
“El lugar en el que nos encontramos hace resonar en mí un grito de dolor, un clamor sofocado que me acompañó durante estos meses”, insistió Jorge Mario Bergoglio en su alocución, que tuvo lugar después de rezar en un cementerio junto a la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores donde descansan los restos de cientos de indígenas. En esta misma línea, reconoció las consecuencias “catastróficas” de lo que se conoce ya como un ‘genocidio cultural’ que ha hecho que “las cicatrices de las heridas” continúan “todavía abiertas”. “Fue un error devastador, incompatible con el Evangelio de Jesucristo”, aseveró.
Francisco llegó hasta allí, tal y como él mismo comentó, con unos mocasines de un niño que los representantes de los pueblos originarios le llevaron hace cuatro meses a Roma como “signo del sufrimiento” padecido por los menos, “en particular de los que lamentablemente no volvieron más a casa de las escuelas residenciales”. El pontífice confesó que este par de zapatos “reavivó en mí el dolor, la indignación y la vergüenza”.
Drama sufrido
“Pienso en el drama sufrido por tantos de ustedes, por sus familias, por sus comunidades”, incidió el Sucesor de Pedro sobre unos “traumas que, en cierto modo, reviven cada vez que se recuerdan y soy consciente de que también nuestro encuentro de hoy puede despertar recuerdos y heridas, y que muchos de ustedes podrían sentirse mal mientras hablo”. “Nos golpea, nos indigna, nos entristece”, sentenció.
“Llego hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes”, comentó Francisco.
Políticas de asimilación
El pontífice argentino no dudó en recordar “cómo las políticas de asimilación y desvinculación” fueron “nefastas para la gente de estas tierras”. Frente a la oportunidad de los colonizadores de “desarrollar un encuentro fecundo entre las culturas, las tradiciones y la espiritualidad”, el Papa criticó cómo “sus lenguas y culturas fueron denigradas y suprimidas”. Es más, relató “cómo los niños sufrieron abusos físicos y verbales, psicológicos y espirituales; cómo se los llevaron de sus casas cuando eran chiquitos y de cómo esto marcó de manera indeleble la relación entre padres e hijos, entre abuelos y nietos”.
En paralelo, el Papa se presentó a las comunidades indígenas como un compañero confiable, presentando como aval su exhortación apostólica ‘Querida Amazonía’ donde incorpora una defensa sin precedentes de los pueblos originarios. “¡Cuántas buenas tradiciones y enseñanzas basadas en la atención a los otros y al amor por la verdad, en la valentía y el respeto, en la humildad, en la honestidad y en la sabiduría de vida!”, elogió Franscisco sobre las raíces de una población canadiense que ha permanecido “con estilos de vida que respetaban la misma tierra, heredada de las generaciones pasadas y protegida para las futuras”.
“Sé que todo esto requiere tiempo y paciencia, se trata de procesos que tienen que entrar en los corazones, y mi presencia aquí y el compromiso de los obispos canadienses son testimonio de la voluntad de avanzar en este camino”, apuntó Francisco sobre la necesidad de emprender una “historia de vida nueva y de reconciliación universal”.