Dentro de algunas religiones se entiende que el mejor camino para acercarse a Dios es, precisamente, alejarse de lo humano. En ellas lo mundano, lo pedestre y el día a día de las personas se viven como impedimentos para acceder a lo divino.
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El alejamiento de las personas, la mortificación para ser capaz de dejar a un lado los sentimientos y las emociones humanas, parecen ser el mejor camino para alcanzar y acercarse a la divinidad, para ser santos. Se realza a aquellos que son capaces de aislarse de todo lo humano para, precisamente, intentar acercarse más a Dios.
Sin embargo, este no es el mensaje que transmitió Dios a los cristianos. La prueba más evidente es que para revelarse de una manera definitiva, para decirle a las personas cómo era él, se hizo hombre en Jesús, que fue “Dios y hombre verdadero”. Es decir, Dios se hizo hombre para mostrarnos como era él mismo. De hecho, el mismo Jesús indicó que para conocer a Dios tenía que ser a través de Él, que si conocemos a Jesús, conocemos a Dios (Jn, 14, 7).
La referencia más fiable sobre cómo es Dios la tenemos a través del conocimiento de Jesús, este es el camino más seguro para saber cómo es Dios. Y Jesús fue un hombre, que se comportó como tal y que (tal y como indica Pedro en Hechos 10, 38) pasó por la tierra haciendo el bien. Por ello la mejor manera de acercarse a Dios es imitar a Jesucristo. Hacer el bien, ser más humano, juntarse con los desposeídos, con los enfermos, con los despreciados, sentarse a comer con la gente, compartir lo que se tiene con los demás…
Porque Jesús, el Dios hecho hombre, no vino a la tierra para decirnos que nos alejáramos de las otras personas, ni para animarnos a realizar grandes fastos a nuestro Dios, ni para mostrarnos una senda de iluminación que nos separase de lo mundano, no. Jesús nos dijo que el camino era amar al prójimo, vivir con los demás, comportarse como personas, lo más humanamente posible y eso es lo que nos permite acercarnos más a él. Eso fue lo que él hizo hasta el punto extremo de que fue asesinado en la cruz como un vulgar delincuente.
Sepulcros blanqueados
Por ello hay tantos santos en la Iglesia que lo han sido por su dedicación a los demás, porque han creado hospitales y escuelas, porque han ayudado a los otros y se han puesto al servicio de los más desvalidos, etc. Por eso, cuando alguien ve a los cristianos y no se dedican a ser más humanos, a vivir con misericordia, a buscar la concordia antes que el conflicto, a querer a los demás, a ponerse al servicio de los más desfavorecidos, tiene la misma sensación que tuvo Jesús con los fariseos de su época y podría llamarnos “sepulcros blanqueados… Por fuera parecéis honrados a la gente, por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mt 23, 27-28).
Solo a través de la humanidad, solo creciendo en amor y en misericordia, solo perdonando setenta veces siete y queriendo sin límite se acerca una persona más a Dios. El verdadero camino de Santidad no es la renuncia, ni el sacrificio, ni la pureza, sino la humanidad, el querer más a quienes están alrededor nuestro y estar dispuestos a renunciar, a sacrificarse, a purificarse para crecer en humanidad.