MIÉRCOLES
Alguien me llama la atención sobre el hecho de que se haya utilizado un motu proprio para modificar la constitución del Opus Dei, en tanto que considera que respondería a que la Obra no habría tomado la iniciativa motu proprio.
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JUEVES
No acierto a encontrar la palabra. Desconcierto, quizá. Tal vez, decepción. No sé si malestar. Simplemente, destemplados. Esa sensación que se genera cuando no acabas de saber por dónde te viene lo que te viene y por qué te viene. Es lo que percibo con gente de a pie de la Obra con quienes he compartido durante estos días un par de cafés. Con la elegancia y fidelidad eclesial que se desprenden de sus palabras, pero algo descolocados.
VIERNES
Remate del viaje del Papa a Canadá. Bicheando por los medios locales, me topo con una reflexión de un sacerdote indígena, el padre Winkler. Aplaude el perdón y da la bienvenida a la insistencia de Francisco de inculturar la fe, de transmitirla en lengua materna. Pero cree que quienes han organizado las celebraciones de esta peregrinación penitencial por un genocidio cultural no parece que lo habían integrado del todo. “¿No pensaron lo que la liturgia que se ha utilizado provocaría en las víctimas que asistieron a las misas? ¿Volver a escuchar latín, como cuando eran niños en las escuelas residenciales?”. No es un detalle menor rezar el Padre Nuestro con tus palabras de cuna.
DOMINGO
La parábola del rico insensato es el síndrome de Diógenes formulado siglos antes. Y el de una sociedad que acumula por llenar vacíos, por tapar huecos, por empacharse del tener. Crítica que suena a denuncia profética hasta que uno se atreve a ponerlo en primera persona del singular, con el correspondiente examen de conciencia. Yo lleno vacíos. Yo tapo huecos. Yo me empacho. Mi granero rebosa de avaricia.