Al igual que otros países europeos, el Gobierno español ha lanzado un plan urgente de ahorro energético por la guerra de Ucrania, ante un futurible desabastecimiento de Rusia y el consiguiente incremento de precios. Entre estas iniciativas, se limita la temperatura de la calefacción y del aire acondicionado.
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Ojalá estas propuestas nacieran del compromiso personal y colectivo con “una austeridad responsable, para la contemplación agradecida del mundo, para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente”, tal y como expone el papa Francisco en Laudato si’.
Las medidas aprobadas están recogidas en la encíclica sobre ecología integral: “Si una persona, aunque su economía le permita consumir y gastar más, se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente”.
Llamada papal
Como ahora, hace siete años los negacionistas del cambio climático –algunos católicos incluidos– cuestionaron esta llamada papal a frenar un consumismo “que a veces parece suicida”. Lamentablemente, lo que no se hizo antes por convicción en aras del bien común, hoy se aplica por imposición del bolsillo.