Tras dos semanas en las que la agenda del papa Francisco ha sido diferente a lo habitual, el pontífice ha vuelto a rezar el ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano. Ante los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa pidió oraciones de cara a su viaje a Kazajistán y su encuentro con los “hermanos” líderes religiosos sobre la paz que necesita el mundo. El pontífice agradeció a los organizadores sus esfuerzos y al país por su acogida. También deseó que la esperanza no falte en el pueblo ucraniano que ha recibido la visita del cardenal limosnero, Konrad Krajewski, como señal de la cercanía del Papa y De la Iglesia. También recordó el asesinato de la religiosa comboniana Maria de Coppi en Mozambique y pidió por las necesidades del pueblo, así como por la gente de Etiopía que celebra su Año Nuevo. No olvidó tampoco a los niños que esta semana vuelven al colegio en Italia.
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No se excluye a nadie
Francisco ha comentado “las tres parábolas de la misericordia” (cf. Lc 15,4-32) que Jesús propone ante quienes critican y se escandalizaban porque “acoge a los pecadores y come con ellos”. “Nos revela que Dios es así: no excluye a nadie, quiere a todos en su banquete, porque ama a todos como a sus hijos”, señaló el Papa para quien “el corazón del Evangelio” es que “Dios es Padre y viene a buscarnos cuando estamos perdidos” como “un pastor que busca la oveja perdida, una mujer que encuentra la moneda perdida y el padre del hijo pródigo”.
Unos personajes, prosiguió Francisco, en los que “en sus corazones hay ansiedad por lo que falta”, porque “el que ama se preocupa por el que falta, anhela al que está ausente, busca al que está perdido, espera al que se ha extraviado. Porque quiere que nadie se pierda”. Y es que, advirtió, Dios “no se queda ‘tranquilo’ si nos alejamos de Él, se aflige, se estremece en lo más íntimo de su ser; y se pone a buscarnos, hasta que nos vuelve a tomar en sus brazos”, como sufre la madre que echa de menos a un hijo.
Salir en su búsqueda
“El Señor no calcula la pérdida y el riesgo, tiene un corazón de padre y madre, y sufre por la falta de hijos amados. Sí, Dios sufre por nuestro alejamiento, y cuando nos desviamos, espera nuestro regreso”, añadió. “Dios siempre nos espera con los brazos abiertos, sea cual sea la situación de la vida en la que estemos perdidos”, recalcó.
Bergoglio invitó a preguntarse “¿quiénes son los que faltan en nuestras comunidades? ¿O estamos cómodos entre nosotros, tranquilos y dichosos en nuestros grupos, sin compasión por los que están lejos?” Para el Papa, “no se trata sólo de estar ‘abierto a los demás’, ¡es el Evangelio!” sino de salir en su búsqueda. “¿Atraemos a los distantes con el estilo de Dios, que es la cercanía, la compasión y la ternura?”, cuestionó a la vez que invitó a pensar “en alguna persona que conozcamos, que esté cerca de nosotros y que quizá nunca haya escuchado a nadie decirle: ‘¿Sabes? Eres importante para Dios’”.