En unos de los podcast de nuestra revista Vida Nueva, escuchaba el otro día que con qué facilidad, ponemos adjetivos a las acciones de la Iglesia y a la propia Iglesia, y encontraba una crítica al respecto en el sentido de que desgraciadamente esos adjetivos, ligados a nuestra Iglesia, eran pura literatura en demasiadas ocasiones. Es cierto. Y es que puede pasarnos esto mismo, cuando decimos que queremos que nuestra Iglesia sea sinodal.
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Todos, uno
Muchos de los que sí intuyen, que una Iglesia Sinodal, es la mejor expresión del ser “todos, Uno” (Jn 17, 21), como lo fueron Dios Padre y Jesús, en muchas ocasiones no saben cómo conseguir que lo sea. Si esta preocupación se da, y lo hace en personas que tienen una responsabilidad eclesial, ya es un regalo, porque buscarán la forma de que lo sea. Ojalá la encontremos cada vez en más. (un pequeño “kit-kat”: busquemos espacios en la formación de nuevos líderes en nuestra iglesia para formar en ello).
¿Cómo? Seguridad psicológico
Pienso que la sinodalidad no es solo una meta, sino una forma de hacer camino, una actitud ante el anuncio de la Buena Noticia de Jesús. Así las cosas, creo que para que este camino se dé con la participación de todo el Pueblo de Dios en toda delegación diocesana, interdiocesana, equipo de trabajo congregacionales e intercongregacionales, comisiones, etc., es necesario que exista una apuesta hacia lo que Amy Edmondson llama “seguridad psicológica”.
Es un concepto traído del ámbito del liderazgo y la coordinación de equipos, de RR.HH., que habla de un clima en el que todos se sienten con la tranquilidad de poder expresar lo que piensan, sienten, lo que les mueve, para así buscar buenos y nuevos, si hacen falta, resultados en aquello que les corresponde gestionar y el favorecer así, el hacerlo juntos.
¿Qué podemos hacer para que se dé?
Pues podemos realizar tres cosas, propuesta muy concreta por si ayuda:
- Encuadrar el trabajo, el servicio a realizar en nuestra delegación, equipo, comisión, como un reto de aprendizaje, no como un problema de ejecución. Aquí podemos partir en la propuesta y explicación de la tarea a acometer de que se está en momento de incertidumbre, de duda, pero que queremos ir hacia adelante, juntos, desde lo que cada uno puede aportar. Así podemos llegar a tomar conciencia de que nos necesitamos, somos interdependientes. La consecuencia puede ser que aumente la probabilidad de que todos juguemos, desde todas las vocaciones, desde todas las familias, como Iglesia que camina unida.
- Reconocer la falibilidad. No somos perfectos, lo somos cuando nos complementamos. Esto va a generar un espacio tremendo para el diálogo.
- Modular la curiosidad del equipo, realizando muchas preguntas, para así definir juntos situaciones, posibles estrategias, dificultades, etc., aumentando también la posibilidad de sentir el camino como propio, de todos. Es importante no dar las cosas por hecho y con el lenguaje, si no tenemos especial cuidado, puede ser que nos encontremos no solo obstáculos, sino también auténticos frenos (José Antonio, @5panes) que disminuyan esa sinodalidad que estamos llamados a reflejar con nuestro hacer en este mundo que necesita auténticos signos de unidad.
Animémonos a crear y a generar esta seguridad psicológica en nuestro ser y hacer Iglesia para vivir aquí y ahora la sinodalidad a la que Dios nos llama, para anunciar así que somos comunidad, diversa y diferente, pero comunidad, unidas en el Amor que Dios Trino nos tiene.