Este año estoy impartiendo otra vez la asignatura de microeconomía en mi facultad, lo que me permite repasar alguno de los conceptos ortodoxos de la economía. Quiero transmitiros uno de los primeros conocimientos que estoy dando en el tema 1 de este programa. Se trata de las tres primeras premisas que utilizamos para describir el comportamiento del consumidor en cuanto a sus preferencias. Se trata de tres cuestiones que se dan como ciertas e inmutables y que son sobre las que se monta todo el constructo teórico de esta clase de comportamiento.
- PODCAST: Testigos hasta el extremo
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
- La primera es la completitud, por ella decimos que todas las personas tienen claras sus preferencias entre unos bienes y obras. Es decir, que saben cuál prefieren a otra y si tienen dos opciones indiferentes entre sí. Por ello las preferencias son completas, porque siempre las tenemos claras.
- La segunda es la transitividad, es decir, que si prefiero una opción primera a una segunda y esta a otra tercera, siempre preferiré la primera a la última.
- En cuanto a la tercera, se trata del principio de “no saturación” que indica que siempre más es mejor que menos, es decir, que nunca nos hartamos de tener algo más.
Si bien la segunda premisa es bastante razonable y cuesta encontrar ejemplos en los que no se cumpla, tanto la primera como la tercera son totalmente cuestionables, poco realistas y tienen unas consecuencias perniciosas cuando se toman totalmente en serio (especialmente la última). Vamos paso a paso. Considerar que nuestras preferencias siempre están ordenadas es algo que está muy alejado de la realidad cotidiana de muchas personas (entre las que me incluyo).
Es verdad que existen personas que parecen tener muy claro cuáles son sus preferencias, que siempre conocen lo que prefieren y que dedican mucho tiempo a pensarlo para saber elegir siempre lo correcto. Pero la mayoría tenemos muchas dudas, no porque pensemos que algo nos es indiferente a otra cosa, sino porque directamente no lo sabemos, por que desconocemos lo que preferimos y porque, con frecuencia, nuestros gustos cambian constantemente (porque la vida evoluciona)
Mejor más que menos
Pero la más difícil de aceptar es la “no saturación”, pensar que en todo caso tener más es siempre mejor que tener menos es algo que podemos comprobar que no se da ¿Siempre es mejor comer más que menos? ¿Siempre es mejor dormir más que menos?
¿Siempre es mejor tener más coches o ver más películas o ver más espectáculos que menos? La respuesta evidente es no. Muchas veces preferimos menos que más, existen los puntos de saturación, los momentos en los que ya no queremos más porque no solo no nos aporta más satisfacción sino que reduce la que tenemos.
¿Podríamos construir otros modelos a partir de unas consideraciones más realistas? La respuesta es sí. Quizás no serían tan bonitos, tan exactos y tan matemáticos, pero reflejarían mejor la compleja realidad con la que nos encontramos.