El papa Francisco se ha encontrado este sábado con los jóvenes empresarios y economistas en Asís para firmar con ellos el Pacto por la Economía de Francisco 2020-2022, el cual nace del encuentro que les llevó a la ciudad en 2019 para debatir acerca de una economía más justa y evangélica. Un encuentro en el que el Papa ha subrayado, una vez más, los grandes desafíos que el capitalismo actual supone para el mundo de hoy y que, tal como él mismo ha señalado, llevaba “más de tres años esperando”.
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Después de que varios jóvenes compartieran su testimonio, el Papa ha señalado que, para muchos de ellos, “el encuentro con la Economía de Francisco despertó algo” que ya tenían dentro. “Ya estabais ocupados creando una nueva economía; esa carta os unió, os abrió un horizonte más amplio, os hizo sentir parte de una comunidad mundial de jóvenes que tenían la misma vocación que vosotros“, ha continuado el Papa, convencido de que “cuando un joven ve en otro joven su propia vocación, y luego esta experiencia se repite con cientos, miles de otros jóvenes, entonces se hacen posibles grandes cosas, incluso con la esperanza de cambiar un sistema enorme y complejo como la economía mundial”.
Crisis medioambiental, pandemia, guerras… “Los jóvenes de hoy viven un momento realmente difícil”, ha reconocido el Papa. “Nuestra generación os ha legado muchas riquezas, pero no hemos podido custodiar el planeta y no estamos custodiando la paz”, ha apostillado, subrayando que los jóvenes, como custodios de una nueva economía inspirada por Francisco de Asís, “puede y debe ser hoy una economía respetuosa con la tierra y una economía de paz. Se trata de transformar una economía que mata en una economía de vida, en todas sus dimensiones”.
Los jóvenes como factor de cambio
Así, el Papa ha subrayado la necesidad de la presencia de los jóvenes en la sociedad, y ha recordado que “cuando la comunidad civil y las empresas carecen de las habilidades de los jóvenes, toda la sociedad se marchita, la vida de todos se apaga. Falta creatividad, falta optimismo, falta entusiasmo“, volviéndose “una sociedad y una economía sin jóvenes es triste, pesimista, cínica”. “Si queréis ver esto, acercaos a una de esas universidades ultra especializadas en economía liberal y mirad la cara de los que allí estudian”, ha bromeado Francisco. “Pero gracias a Dios vosotros ya estáis aquí: no sólo estaréis mañana, sino que estáis hoy, sois el presente”.
Para Francisco, una economía que se inspira en la dimensión profética se expresa hoy “en una nueva visión del medio ambiente y de la tierra”. “Son muchas las personas, empresas e instituciones que están haciendo una reconversión ecológica”, ha reconocido, “pero debemos hacer más”. Y es que, tal como ha señalado el Papa, “el maquillaje no es suficiente, el modelo de desarrollo debe ser cuestionado. La situación es tal que no podemos quedarnos esperando a la próxima cumbre internacional: la tierra arde hoy, y es hoy cuando debemos cambiar, en todos los niveles”.
Asimismo, el Papa ha animado a los jóvenes a “aceptar el principio ético universal -que no nos gusta- de que hay que reparar el daño: si hemos crecido abusando del planeta y de la atmósfera, hoy también hay que aprender a sacrificarse en estilos de vida todavía insostenibles”. “De lo contrario”, ha advertido, “nuestros hijos y nietos pagarán la factura, una factura que será demasiado alta e injusta“. En este sentido, el Papa, abandonando el discurso que tenía preparado, ha mirado directamente a los jóvenes para decirles: “cuento con vosotros. Para andar por este camino hace falta coraje, incluso un poco de heroicidad. Escuché en un encuentro a un trabajo a un joven, apenas licenciado como ingeniero. No encontraba trabajo, hasta que al fin lo encontró en una industria que no sabía bien qué hacía. Cuando se enteró bien de lo que hacían, sin trabajo ni otra alternativa, renunció al empleo, ya que esa empresa fabricaba armas. Estos son los auténticos héroes de hoy”.
La insostenibilidad del sistema
Tal como ha señalado Francisco, la sostenibilidad “es una realidad multidimensional”, ya que, además de la ambiental, “también están las dimensiones social, relacional y espiritual”. “Cuando trabajamos por la transformación ecológica, debemos tener en cuenta los efectos que algunas opciones ambientales tienen sobre la pobreza. No todas las soluciones ambientales tienen los mismos efectos sobre los más pobres, por lo que deben preferirse aquellas que reducen la miseria y las desigualdades”, ha recordado. “Mientras tratamos de salvar el planeta, no podemos descuidar al hombre y la mujer que sufren. La contaminación que mata no es solo la del dióxido de carbono, la desigualdad también contamina mortalmente nuestro planeta. No podemos permitir que las nuevas calamidades ambientales eliminen de la opinión pública las antiguas y siempre presentes calamidades de la injusticia social”, ha insistido el Papa.
Asimismo, el Papa ha apuntado la “insostenibilidad de nuestras relaciones”, ya que, especialmente en occidente, “las comunidades se están volviendo cada vez más frágiles y fragmentadas. La familia, en algunas regiones del mundo, sufre una grave crisis, y con ella la acogida y el cuidado de la vida”. “El consumismo actual busca llenar el vacío de las relaciones humanas con mercancías cada vez más sofisticadas”, ha advertido, ya que “la soledad es un gran negocio en nuestro tiempo”, que genera, a su vez, “una hambruna de felicidad”.
Finalmente, el Papa ha destacado que “hay una insostenibilidad espiritual en nuestro capitalismo”. “El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, antes que buscador de bienes es buscador de sentido”, ha explicado. “Por eso el primer capital de toda sociedad es el espiritual, porque es el que nos da motivos para levantarnos todos los días e ir a trabajar, y genera esa alegría de vivir, que también es necesaria para la economía”. Sin embargo, “nuestro mundo está consumiendo rápidamente esta forma esencial de capital acumulado durante siglos por las religiones, por las tradiciones de sabiduría, por la piedad popular. Y así, sobre todo, los jóvenes sufren esta falta de sentido: a menudo, ante el dolor y las incertidumbres de la vida, se encuentran con el alma empobrecida de recursos espirituales para procesar sufrimientos, frustraciones, decepciones y penas. Pensad, por ejemplo, en el elevado número de suicidios de jóvenes que hay”.
“La fragilidad de muchos jóvenes deriva de la falta de este precioso capital espiritual: un capital invisible pero más real que el capital financiero o tecnológico. Hay una necesidad urgente de reponer este patrimonio espiritual esencial. La técnica puede hacer mucho: nos enseña el “qué” y el “cómo” hacer: pero no nos dice el “por qué”; y así nuestras acciones se vuelven estériles y no llenan de vida, ni siquiera de vida económica”, ha aseverado el Papa.
El valor de los pobres
“Al encontrarme en la ciudad de Francisco, no puedo evitar detenerme en la pobreza”, ha continuado el Papa, que ha animado a los jóvenes a “hacer economía inspirado en él significa comprometerse a poner a los pobres en el centro”. Y es que “sin estima, cuidado, amor por los pobres, por cada pobre, por cada persona frágil y vulnerable, desde el concebido en el seno materno hasta el enfermo y discapacitado, hasta el anciano en dificultad, no hay ‘Economía de Francisco'”. “Nuestro capitalismo”, ha apostillado, “quiere ayudar a los pobres pero no los estima, no comprende la paradójica bienaventuranza: bienaventurados los pobres”.
Y, a la luz de esta reflexión, el Papa ha dejado a los jóvenes tres consejos: el primero, dejarles tres direcciones “mirar el mundo a través de los ojos de los más pobres”; el segundo, que nunca se olviden de los trabajadores, ya que “el trabajo es ya el desafío de nuestro tiempo, y lo será aún más el desafío del mañana. Sin un trabajo digno y bien remunerado, los jóvenes no llegan a ser verdaderamente adultos, aumentan las desigualdades”; y, por último, ha destacado la “encarnación”. “En los momentos cruciales de la historia, quienes supieron dejar una buena impresión lo hicieron porque plasmaron ideales, deseos y valores en obras concretas”.
“Cambiaréis el mundo de la economía si además usas las manos junto con el corazón y la cabeza”, ha dicho el Papa. “Las ideas son necesarias, nos atraen mucho sobre todo como jóvenes, pero pueden convertirse en trampas si no se hacen “carne”, es decir, concreción, compromiso diario”. “La Iglesia siempre ha rechazado la tentación gnóstica, que cree que puede cambiar el mundo sólo con un conocimiento diferente, sin el cansancio de la carne. Las obras son menos “luminosas” que las grandes ideas, porque son concretas, particulares, limitadas, con luces y sombras juntas, pero fecundan la tierra día tras día: la realidad es superior a la idea“, ha insistido.