‘Construir el futuro con los migrantes y los refugiados’ es el título del mensaje del Santo Padre Francisco para la 108ª Jornada Mundial del Migrante y Refugiado 2022. Y me da mucho gusto la coincidencia de este texto papal y mi reciente libro: “¿Tiene futuro la Iglesia Católica? Su actuación ante la situación actual”, publicado por el sello PPC.
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En mi ensayo menciono, en la p.79, que en la Iglesia del futuro, quienes se dedican a la atención de migrantes y refugiados, deberán ser reconocidos como verdaderos ministros de la pastoral social, superando la extendida idea de que los servicios pastorales reconocidos y asignados -ministerios- se reducen a la catequesis y a la liturgia.
El papa Francisco inicia su llamado citando a Hebreos 13,14: No tenemos aquí abajo una ciudad permanente, sino que buscamos la futura, y este versículo nos invita, “a la luz de lo que hemos aprendido en las tribulaciones de los últimos tiempos, a renovar nuestro compromiso para la construcción de un futuro más acorde con el plan de Dios, de un mundo en donde todos podamos vivir dignamente en paz”.
Y a mediación del manifiesto aparece la tesis central de la propuesta: la construcción del futuro -del futuro de la Iglesia Católica diría yo- supone la justicia en las relaciones interpersonales, y ella exige la inclusión de las personas más vulnerables, como lo son los migrantes y los refugiados.
Pero: ¡atención! Ellos no sólo serán los beneficiarios de esta nueva armazón, sino que -textualmente- “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados significa reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación”.
Y Francisco de Roma acude a Isaías 60,10-11, en donde se resalta la llegada de los extranjeros como fuente de enriquecimiento. Ellos no son, entonces, para el profeta -como habitualmente sí lo son para muchos de nosotros- un problema y un peligro.
Concluye el mensaje con una advertencia, especialmente a los jóvenes: “No podemos dejar a las próximas generaciones la responsabilidad de decisiones que es necesario tomar ahora, para que el proyecto de Dios sobre el mundo pueda realizarse y venga su Reino de justicia, de fraternidad y de paz”.
La clave, me parece, es considerar a migrantes y refugiados como una contrariedad que debemos enfrentar, o como una ventaja que podemos aprovechar. Ojalá optemos por la segunda.
Pro-vocación
Conmoción internacional entre los grupos conservadores ha causado la reciente decisión de los obispos belgas, comunicada la semana pasada, de establecer un rito para la inclusión en la Iglesia de parejas homosexuales.
Quienes quieren amarrar navajas se preguntan cómo responderá el Vaticano ante esta iniciativa, en apariencia contraria a la rígida disciplina eclesiástica en la materia.
El episcopado de Bélgica respondió que es sólo un “momento de oración” -ni siquiera una bendición y mucho menos un sacramento- y destinado a quienes quieren vivir en pareja, en relaciones duraderas y fieles. ¿Alguna objeción?