¿Recuerda cómo fueron las noches mágicas europeas del Real Madrid de los años 80, revisitadas con la épica conquista de la decimocuarta? ¿Qué sabemos de figuras como Di Stefano, Juanito, Butragueño, Zidane, Cristiano, Modric, Raúl, Casillas, Ramos…? A estas y otras preguntas da respuesta Tomás Roncero, reconocido periodista del diario As, El Chiringuito y la SER, en su libro ‘Eso no estaba en mi libro del Real Madrid’ (Almuzara) que, nada más publicarse, va camino de su segunda edición.
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PREGUNTA.- ¿Qué va a encontrar el lector en su libro?
RESPUESTA.- La ilusión de un niño que creció con el sueño de que algún día iría al Bernabéu y lo cumplió. Un niño que supo, desde el primer momento, que en esa camiseta blanca, en ese pantalón blanco y en esas medias blancas había algo especial que se iba a convertir en el epicentro de su existencia. Me lo inculcó mi padre y es un sentimiento merengue compartido con millones de personas en todo el mundo. En el libro encontrarán el sentimiento que tiene un niño la primera vez que pisa el Bernabéu, o ve un Madrid-Barça (…)
Milagros en el campo
P.- Dice que “Dios tiene el corazón merengue”…
R.- Creo que Dios nos ayudó y en los 80 así lo viví. Cuando era un adolescente que vivía ciertos milagros en el campo… Por ejemplo, el día del Borussia Dortmund, cuando en el último minuto se metió un gol con el empuje de 100.000 almas. Ese gol lo metió el jugador, con toda la grada y la ayuda del de arriba. Dios no ha ayudado más de una noche y de dos.
P.- ¿Reza en los momentos cruciales?
R.- Soy creyente, pero no le encomiendo toda la gesta al de arriba, porque sería una dejación de funciones… pero sus empujoncitos nos ayudan. El equipo rival también lo hará, supongo. Pero antes de una de esas jugadas cruciales, sí que ruego: “Un empujoncito, Señor, lo demás lo hacemos nosotros”.
Francisco va de blanco
P.- El papa Francisco es muy futbolero, ¿qué le diría si tuviesen un encuentro?
R.- Complicado, porque sé que admira a Messi y, como tendría que rebatírselo, podría excomulgarme (risas). Aunque, por su bondad natural, seguro que me perdonaba todos los pecados. En serio: sería divertido porque tendría que recordarle que inconscientemente es del Madrid: va de blanco impoluto y su indumentaria le delata: ¡Es del Madrid!