Si queremos superar ese desánimo que lleva a que muchas personas dejen de esforzarse e intenten aprovecharse del sistema para sacar réditos de él sin aportar nada, deberíamos superar la cultura del esfuerzo para llegar a una cultura del agradecimiento. ¿A qué nos referimos con la cultura del agradecimiento?
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Lo primero es aprender a reconocer todo lo que recibimos desde nuestro nacimiento y por lo que no hemos hecho nada ni hemos colaborado en su consecución: la entrega y el amor de nuestros padres, los inventos acumulados a lo largo de toda la historia que nos permiten tener luz eléctrica, calefacción, una casa, etc. Una organización social que hace que pueda ir tranquilo por la calle sin temor a sufrir violencia, un sistema de enseñanza que me ayuda a aprender lo necesario para madurar a lo largo de mi vida, unos paisajes y una naturaleza que nos permiten disfrutar al aire libre, etc.
Recibimos más de lo que damos
Si lo pensamos bien ¡hay tantas cosas que recibimos sin merecer y que nos permiten tener una vida buena que difícilmente podremos dar a los demás y a la sociedad tanto como recibimos y hemos recibido! Esta es la base de la cultura del agradecimiento, percibir que recibimos muchísimo más de lo que damos, que estamos rodeados de una historia, de una organización social y de una naturaleza que no hace más que ofrecernos cosas que podemos aprovechar para llevar una vida buena. Sin todas estas circunstancias y estos regalos en los que no hemos colaborado para crearlos o construirlos, cualquier esfuerzo que hiciésemos sería baldío. Lo que hacemos fructifica gracias a la tierra en la que vivimos y a la sociedad en la que nos movemos.
Este agradecimiento se convierte en reconocimiento de nuestra pequeñez y de que lo que nosotros podemos aportar a la sociedad es, realmente, muy poco. Que todo lo que recibimos es por la conjunción de muchas personas trabajando para mejorar nuestro mundo y por el regalo de una creación que supera al esfuerzo personal, porque proviene de algo que está más allá de nuestras actuaciones y posibilidades.
Reconocer que nosotros nunca vamos a poder aportar tanto como lo que hemos recibido es clave para esta cultura del agradecimiento. Saber que todo lo que demos nunca va a compensar lo que recibimos, hace que nos pongamos en nuestro lugar, que reconozcamos la grandeza de la sociedad y de la colaboración entre gran cantidad de personas de muchas generaciones en la construcción de un mundo bueno para todos.
La cultura del agradecimiento comienza por estos dos elementos, el reconocimiento de todo lo que recibimos y la conciencia de que nunca vamos a devolver a la sociedad y a la naturaleza tanto como lo que ellas nos dan y nos han dado.