Primero publicamos ‘Doble drama. Humanizar los rostros de la pederastia’ (Bermejo y Villacieros, PPC, 2012). No fueron pocas las críticas recibidas, como si dialogar con los abusadores fuera un modo de justificar el mal cometido. Solo pretendimos escuchar y, por tanto, aprender que el sufrimiento tiene múltiples rostros, también entre los familiares del agresor, en sus redes vitales presentes y futuras. Muchos de ellos intentan perdonar y perdonarse, intentan reconstruirse y, sobre todo, aportar una luz humanizadora para el cambio y la restauración posible. En un segundo estudio quisimos, justamente, escuchar a víctimas y abusadores narrando su propia historia de esperanza: ‘Objetivo cero víctimas. Historias de esperanza para la prevención de abusos sexuales contra menores’ (Bermejo, Rey y Villacieros, Sal Terrae, 2020).
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Nada que se oculte o ignore puede sanarse, es cierto. Ahora bien, podría darse la paradoja de que, queriendo visibilizar la gravedad del abuso sexual en la infancia (ASI), invisibilicemos otra vertiente tan real como el propio trauma sufrido: el crecimiento o restauración de las víctimas, la capacidad regenerativa del ser humano herido.
El estudio actual tiene este objetivo: ser testigos del crecimiento y el caudal de salud posible que tantas víctimas de abuso sexual en su infancia, ahora como adultos, pueden mostrarnos. Queremos visibilizar y narrar el trauma que supone el ASI desde la resiliencia o el crecimiento personal que todos llevamos dentro como capacidad y que muchas víctimas ya han podido ir tejiendo. Porque creemos absolutamente en la capacidad de todo ser humano para rehacerse, para recomenzar, para ser feliz. Pero también somos conscientes de nuestra devastadora fragilidad, especialmente cuando las circunstancias u otras personas invaden nuestra vulnerabilidad y nos dañan.
Horizonte humanizador
Esperamos aportar una mínima luz en este doloroso y complicado ámbito. No queremos mirar para otro lado. Creemos que es también hora de anunciar y denunciar, como exigencia del horizonte humanizador que da sentido a nuestro trabajo en San Camilo. Denunciar que esto sigue pasando. Anunciar que los seres humanos hemos sido creados buenos, bellos y verdaderos. Y este deseo imparable de bien y de vida que nos habita es profundamente sanador.
En definitiva: que constatar y denunciar el mal realizado no nos paralice o nos enquiste en la tristeza y la rabia. Todos podemos ser, de algún modo, agentes activos o pasivos para convertir el dolor de la herida en una cicatriz sana y sanante para otros: “Los que te reconstruyen van más deprisa que los que te destruyeron; ya se han ido los que te arrasaron” (Is 49, 17).
El ASI, según Save the Children, es una de las tipologías de maltrato infantil, entendido este como toda “acción, omisión o trato negligente, no accidental, que priva al niño de sus derechos y su bienestar, que amenaza y/o interfiere su ordenado desarrollo físico, psíquico o social y cuyos autores pueden ser personas, instituciones o la propia sociedad”. De un modo más breve, ASI es cualquier actividad sexual con un menor mediada por una relación de poder.
Uno de cada diez niños
Ya en 2014, en un estudio realizado en 120 países, UNICEF alertaba de que 120 millones de niñas menores de 20 años eran víctimas de relaciones sexuales forzadas y otras agresiones sexuales en algún momento de sus vidas (¡1 de cada 10 en la población mundial!). Los niños también están en peligro, aunque en menor proporción, pero “no hay una estimación mundial debido a la falta de datos comparables”. Sería un error pensar que estos datos solo reflejan la situación de países con mejor grado de desarrollo económico o social.
En 2020 la Unión Europea afirmaba que uno de cada cinco menores son víctimas de alguna violencia sexual y entre el 70% y el 85% de los niños conocen a su agresor, son personas de confianza, lo que hace aún más dolorosa y traumática la experiencia.
Víctimas de abusos en España
En España, la investigación arroja datos semejantes. La edad más frecuente en que se inicia el ASI involucrando contacto físico son los 6 años. Y según Save the Children:
Entre un 10-20% de la población ha sido víctima de abusos sexuales en la infancia, con clara incidencia según género: un 23-25% de las niñas y un 10-15% de los niños sufren abusos sexuales antes de los 17 años y de ellos, un 60% no recibirá ningún tipo de ayuda.
Las niñas son abusadas mayormente entre los 7 y los 9 años por un agresor del entorno familiar. Los niños son mayormente abusados entre los 11 y 12 años y su agresor es un conocido con autoridad: entrenador, profesor, monitor de tiempo libre…
Pese a la elevada incidencia de abusos sexuales a menores, no hay pruebas claras de que en la actualidad haya más casos que hace 40 o 50 años. Lo que sí ha aumentado es la detección de dichos abusos.
Resiliencia y crecimiento
Es probable que a muchos la palabra “resiliencia” nos provoque cierta prevención o desconfianza, como si fuera otro de esos términos que se ponen de moda. Puede haber algo de verdad en esto, pero no es menos cierto que la sociedad avanza en la medida que estudia, analiza e investiga nuevos caminos que generen un conocimiento amable y transformador. Tanto la resiliencia como el llamado “crecimiento postraumático” se incluyen en este intento humanizador.
Desde el ámbito científico, no podemos decir que haya un acuerdo completo en su definición, pero sí un consenso básico: “Es la capacidad de recuperarse después de sufrir una situación compleja, estresante, adaptándose de manera positiva y creativa a las adversidades, superándolas y, en general, sintiéndose regenerada, fortalecida y transformada para mejor” (Sánchez-Hernández et al., 2022, p. 254). Dicho de un modo más breve, es la cualidad de aquellas personas que han sabido crecer en la crisis, tras un trauma o daño objetivo.
Resiliencia proviene del latín ‘re-silio’, es decir, “volver a saltar”, “re-botar”, como si tuviéramos la capacidad de ser arrojados contra el suelo o una pared y, lejos de quedarnos ahí en ese “golpe” o dificultad, pudiéramos salir de nuevo como si de un resorte o una pelota se tratara. El concepto nació en las ciencias físicas para describir la capacidad que tiene un material para recobrar la forma original después de someterse a una presión deformadora. En los 70 pasó al mundo de la sociología y, en los 80-90, a la psicología para definir la capacidad de las personas que, tras haber sufrido graves conflictos, eran capaces de mantener un equilibrio mental que les proporcionaba paz y tranquilidad. Es importante no perder de vista este matiz: no se trata únicamente de superar la dificultad, sino de salir de ella reforzados.
Frágiles y vulnerables
Algunas investigaciones han considerado resiliencia y vulnerabilidad como los polos opuestos de un mismo continuo. Sin embargo, dada la relevancia que hoy está teniendo la vulnerabilidad como elemento propio del ser humano, junto a la capacidad natural para crecer y rehacernos ante la adversidad, no parece que hablar de polos opuestos refleje nuestra verdad más honda. Ciertamente, la fragilidad forma parte de nuestra humanidad. Lejos de huir de ella, estamos llamados a construir y crecer desde ella, conscientemente. Es decir, la vulnerabilidad por sí misma no es un castigo, una tara o un problema. Somos tan vulnerables como resilientes, capaces de crecer, de sobreponernos, de dar sentido a la adversidad.
Mientras que no todo evento doloroso genera un trauma, toda vivencia traumática está llamada a desembocar en una crisis: un proceso que finalizará en un avance o en un retroceso, pero nunca será indiferente. De hecho, toda crisis o proceso traumático no responde solo al hecho en sí que lo despertó, sino al modo en que la persona lo vivenció y el tipo de respuesta que pudo dar. Dicho de otro modo: una determinada vivencia no es traumática en sí misma.
El “crecimiento postraumático” es un término técnico que se refiere a cambios psicológicos positivos que vivenciamos al enfrentarnos a circunstancias lesivas o altamente desafiantes que nos trae la vida. Y dentro de la gran diversidad que dicho proceso despliega, este crecimiento se encuentra íntimamente ligado a la resiliencia, y así se ha mostrado en estudios recientes, aunque podamos añadir otros elementos básicos como la fortaleza y el optimismo. (…)
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Índice del Pliego
1. Algunos datos para hacernos cargo de la situación del ASI
2. Más allá de palabras de moda: resiliencia y crecimiento postraumático
- ¿Por qué resiliencia?
- Crecimiento postraumático
3. Adultos abusados en su infancia
4. Principales resultados de la investigación
5. Variables del estudio
- ¿Hubo denuncia?
- Contexto en que se produjo
- Autopercepción del proceso según las víctimas
- Narrando el trauma y el camino de crecimiento postraumático
- Palabras asociadas con el trauma por el abuso sufrido
- Palabras asociadas con el crecimiento postraumático
6. Actitudes que fueron apareciendo en ti y acciones que emprendiste
7. Algún cambio vital que naciera de tu herida
8. Algún tipo de reparación del mal sufrido
9. Un mensaje para ayudar a otros y generar una cultura de protección y cuidado
10. Para seguir caminando juntos