El mismo día que el mundo celebra la inauguración del Mundial de Fútbol de Qatar, la Fundación Romeo, gracias a la Asamblea de Sevilla, inaugura un piso de acogida para menores inmigrantes. El mismo día que se venera al lujo, a la ostentosidad y al dinero por el dinero, en un barrio periférico de Sevilla se celebra la humildad, la sencillez y la humanidad. El mismo día en el que se exhiben esos templos dorados construidos sobre la muerte de seis mil esclavos que llegaron de fuera, en Sevilla se crea un espacio de acogida, de cariño y de cuidado. El mismo día en el que concluyeron las obras de la Torre de Babel, parece, cada vez más claro, que el valor de lo que cada persona significa, sigue estando en las cabañas, en los pesebres, en los centros de acogida, en los comedores sociales, en los hospitales, en las cárceles y en los pisos de alquiler social.
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El profeta Ageo nos lo dejó muy claro: “¿Acaso es momento de vivir en casas lujosas mientras que el templo es una ruina?” (Ag 1,4). ¿Acaso es momento de seguir despreciando el valor de la vida y de la Tierra en pos de un progreso que a tantas personas aniquila? ¿Acaso podemos seguir permitiendo que tanto hombre y mujer siga sufriendo al otro lado del seto de nuestro jardín?
Mundial de Qatar
Recordaremos que el mismo día que el mundo celebró la inauguración del Mundial de Qatar, el viento sopló en Sevilla y un grupo de mujeres y hombres oyeron su ruido, y el Espíritu hizo de las suyas (Jn 3,8).
Mientras el mundo se jacta de venerar un becerro de oro con forma de balón, este grupo de personas, como los discípulos de Emaús, compartiendo camino, reconoce la grandeza del Dios Todo Misericordia al partir el pan cotidiano en el que se ha convertido ese piso, porque ya nos dijo el Señor que “si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros en este lugar” (Jr 7, 5-7).
Conviene sacudirse el polvo.