El pasado 10 de noviembre, algunos medios daban la noticia de que había sido encontrado en Tel Lakish (Israel) un peine hecho con colmillo de elefante aproximadamente del año 1700 a. C. El peine en cuestión tenía una inscripción cananea con una pequeña oración: “Que este colmillo elimine los piojos del cabello y de la barba”.
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Los peines y otros artilugios
Aunque este peine tenía un objetivo eminentemente higiénico –al menos uno de sus extremos–, los peines han tenido también otro objetivo más ornamental: estar más guapos. Y como los peines, así también otros muchos artilugios. Una buena colección de ellos la encontramos reunida en un oráculo del profeta Isaías:
“Lo ha dicho el Señor: ‘Porque las hijas de Sion son altaneras, andan con el cuello estirado, echando miradas seductoras, caminan con pasos menudos y hacen sonar las ajorcas de sus pies, por eso cubrirá el Señor de costras sus cabezas, dejará el Señor sus sienes a la vista. En aquel día les quitará el Señor sus adornos: ajorcas, bandas y lunetas, pendientes, brazaletes y velos, diademas, cadenillas, cinturones, frascos de perfumes y amuletos, anillos y argollas, trajes de fiesta, mantos, chales y bolsos, espejos, túnicas, turbantes y mantillas. En lugar de perfume habrá olor de podredumbre; en lugar de cinturón, cuerda; en lugar de rizos, calvicie; en lugar de amplio manto, un saco estrecho, y en lugar de belleza, una marca de fuego’” (Is 3,16-24).
¿Por qué el oráculo va dirigido contra las mujeres? Probablemente porque han sido ellas tradicionalmente las principales usuarias de todos estos artefactos, y porque con frecuencia han sido consideradas motivo de seducción y perdición para los varones (no hay que olvidar que la Biblia fue compuesta en una sociedad que hoy llamaríamos machista, y eso se nota en sus páginas). De hecho, la tradición judía hará que sean los “ángeles caídos” –que se unieron a las hijas de los hombres y engendraron a los gigantes, cf. Gn 6,1-4– los que desvelen a las mujeres esos secretos, conforme se narra en el apócrifo libro de ‘Henoc’: “A las mujeres [Asael, el jefe de los ángeles caídos] les enseñó sobre el antimonio, el maquillaje de los ojos, las piedras preciosas y las tinturas” (1 Hen 8,1).
A pesar de todo esto, no, no es malo acicalarse, siempre que se haga de una manera razonable. Es una forma de sentirse bien uno mismo y de hacer más agradable la vida a los demás.