El pabellón polideportivo de la Universidad Francisco de Vitoria, en Pozuelo de Alarcón, acogió e la tarde de ayer la sesión de apertura de la fase diocesana de la causa de beatificación de Carmen Hernández, coiniciador del Camino Neocatecumenal, realidad eclesial presente en 135 países, con 30.000 comunidades y 1,5 millones de hermanos. Esta soriana falleció en julio de 2016 a los 85 años en Madrid.
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Presidida por el cardenal Carlos Osoro, en el acto también participó el otro coiniciador del Camino, Kiko Argüello, junto con el resto del equipo internacional de la realidad eclesial: Mario Pezzi y Ascensión Romero. En el escenario también se encontraba el postulador de la causa, Carlos Metola. Entre los invitados en el centro universitario, también se encontraban el cardenal emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela y el cardenal emérito de Palermo Pablo Romeo.
Fruto conciliar
“Carmen dio su vida por llevar el Concilio a las parroquias a través de una iniciación cristiana al servicio de los obispos que se llama el Camino Neocatecumenal”, expuso Kiko Argüello, que recordó los 52 años de andadura compartida “en una misión de evangelización maravillosa que comenzó en esta diócesis de Madrid como fruto de Vaticano II, siendo un hecho providencial que la apertura de la causa coincida con el año que se conmemora el 60 aniversario de su inauguración”.
En su intervención, Argüello definió el Camino Neocatecumenal como “una obra no hecha en una mesa de trabajo, sino por la acción del Espíritu Santo”. “Lo que el Concilio Vaticano II estaba elaborando por escrito, nosotros lo estábamos realizando con los pobres en las barracas de Palomeras por obra del Espíritu Santo”, reivindicó.
Vocación misionera
“Tanto Carmen como yo hemos sido testigos de la presencia de Dios en la evangelización, testigos del actuar de Dios en la Iglesia, del Concilio Vaticano II”, insistió, aseverando que “no teníamos planes, no teníamos ideas preconcebidas”. Vinculando la figura de Carmen como seguidora de san Francisco Javier, Argüello apuntó que “nunca pensó quedarse en España, pues lo consideraba el fracaso de su ideal misionero, pero Dios quiso que coincidiéramos en las barracas”.
“Me costó mucho aceptar a Carmen. Era insoportable, era una soriana seca que me decía la verdad cada vez que me veía: tú eres un cursillista”, reconoció entre bromas el propio Argüello en voz alta, que finalmente la aceptó que “era una gracia grandísima, precisamente porque me decía la verdad y venía de Dios”. “Ha hecho mucho bien a los hermanos del Camino y a toda la Iglesia. Fue una mujer maravillosa con un genio magistral de libertad y amor a la Iglesia que nunca me aduló y nunca buscó el primer plano ni protagonismo”, subrayó.
Una mujer valiente
En su alocución, el cardenal Osoro presentó a Carmen como una cristiana “valiente, carismática apasionada, pero profundamente enamorada de Jesucristo Señor, hasta parecer, a veces, políticamente incorrecta”. A partir de ahí, destacó de esta laica su impronta como mujer, su “valentía para hablar sin miedo del Evangelio, la verdad y la justicia con unas palabras que a veces parecían duras”, así como su profundo amor a la Iglesia y al Papa “en un espíritu de obediencia de hija”.
“Amaba al Papa fuera quien fuera. Cuando estaba ya enferma en Madrid, Francisco le llamó y le dijo que estuviera tranquila porque ‘la mala hierba nunca muere’ y le dijo que le iba a dar un cigarrillo. Hasta ese punto de confianza llegaba su relación con el sucesor de Pedro”, verbalizó Osoro.
Amor a la Iglesia
Por su parte, el postulador Carlos Metola puso en valor “el amor a la Iglesia a su cabeza visible de esta sierva de Dios”: “Dedicó todas sus fuerzas al servicio ininterrumpido del anuncio itinerante del Evangelio y a ser un instrumento, como sierva inútil de Cristo en la renovación de su Iglesia”. Al ahondar en su biografía, subrayó la crisis existencial que vivió cuando no fue admitida a los votos perpetuos en las misioneras de Cristo Jesús, lo que supuso un punto de inflexión en su vocación evangelizadora que la llevó a Tierra Santa para recalar en Madrid.
A la par, describió cómo, junto a Kiko Argüello ha pasado “dificultades, fracasos, sufrimientos, viajes frecuentes, reuniones, convivencias, noches sin dormir, sin ninguna seguridad económica”. “Tenemos la certeza, aún subjetiva, a la espera del juicio definitivo de la Iglesia, de que Carmen ha vivido su vida en una actividad evangélica en grado heroico sin tener donde reclinar la cabeza”, sentenció.
Modelo de referencia
La ceremonia incluyó la lectura del Evangelio de la Transfiguración -uno de los textos de referencia de Carmen Hernández-, así como uno de los cantos favoritos de la protagonistas del acto. Además, se tomó juramento al tribunal delegado para la causa, formado por el delegado episcopal de Causas de los Santos de Madrid, Alberto Fernández; el promotor de justicia Martín Rodajo, y las notarias adjuntas Ana Gabriela Martínez, R. C. y Mercedes Alvaredo.
A través de una carta, el cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, quiso hacerse presente, reconociendo “el testimonio de fe y su desgastarse hasta el final para llevar a todas partes el anuncio del Evangelio” de Hernández como “un modelo de referencia para todos vosotros y para toda la Iglesia”. Como colofón de la ceremonia, se estrenaron los poemas sinfónicos Hijas de Jerusalén y Aquedah, creados por propio Kiko Argüello.