Tribuna

La Inmaculada y la Constitución: lo religioso y lo secular

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Ayer fue el día del voluntariado. En la mañana son muchos los whatsapps que me llegaban recordando el evento, y yo que me encuentro entre ese sabor de los días que jalonan esta semana de la Constitución y de la Inmaculada, una fiesta laica y otra religiosa en el motivo, me pongo a pensar y contemplar. El día de los voluntarios, en el contexto constitucional y religioso de España. Las dos cosas me tocan y, en mí, no por separado sino muy unidos, será por aquello de la lectura creyente y de que lo que el Evangelio dice no es verdad porque lo diga el evangelio, sino que esté lo proclama porque es verdad en la vida. Sí, aquello de Gaudium et Spes de que los gozos y tristezas de los hombres han de serlo de la Iglesia, porque ahí es donde se juega la historia de la salvación.



Respecto a la Constitución me viene a la mente una reflexión que tenía con una pareja joven que se prepara para la celebración sacramental del matrimonio, una vez que ya lo hicieron civilmente en Paraguay hace un año, pero ahora han comenzado a vivir juntos. Se trata de Alberto y Claudia. A él lo conocí impartiendo la asignatura de ética, economía y sociedad en la facultad de económicas, un alumno de los que son serios en los estudios y así se tomó una materia de libre elección donde yo intentaba acercarlos a la economía de la pobreza y no de la riqueza, a descubrir datos y analizarlos que mostraban la verdad de la economía humana.

Lecciones de antaño

Eso le abrió horizontes de sentido en su estudio. Después siendo ya profesor en la facultad se encontró con Claudia, una chica de Paraguay que estaba haciendo aquí su tesis doctoral y ahí comenzó una relación que le ha posibilitado estar y conocer Paraguay y sentir que aquellas lecciones de antaño se vuelven vivas cuando vas y convives en ese entorno. Claudia ahora está viviendo aquí y trabaja para las Naciones Unidas en el seguimiento de desarrollo de proyectos de transformación en realidades de pobreza. Al conversar en nuestra primera conversación de su inserción aquí ya de un modo ciudadano, ella expresó algo que me llamó la atención.

Nos relató que en el tiempo que lleva aquí viviendo y contactando con la gente de nuestra ciudad nota que aquí siempre nos estamos quejando y eso le choca tremendamente, porque ella no encuentra esas razones para la queja, se pregunta cómo puede ser que estando en una situación idílica, ella viene de situaciones de una vulnerabilidad total, pueda haber tanta insatisfacción. Da señales de que no valoramos lo que tenemos y señalaba ella las cosas de cada día que entendemos como pura exigencia, como derechos debidos y pagados, pero que en realidad son sobreabundancia en demasía: sanidad, viviendas, transportes, comunicación, alimento, paz, etc.

Principios sociales y comunitarios

Ni que decir tiene que esto es así porque tenemos una Constitución que estructura nuestro país y nuestra sociedad, que se basa en principios sociales y comunitarios que han llegado a estructural social y colectivamente cuidados de humanismo y realización humano de primer grado. No es baladí la cuestión de la constitución, no puede serlo para ningún ciudadano ni puede serlo para ningún cristiano. Hemos de ser conscientes de que la constitución es algo vivo, que necesita de nuestro respirar diario para no morir, hemos de ser nosotros realmente constitucionales, guardar, valorar, proteger esos principios y derechos que la sostienen y enraízan en un sentir de lo humano, en una valoración de la persona, de la igualdad en dignidad de todos, del sentido comunitario y fraterno de la humanidad.

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El Congreso abre sus puertas a los ciudadanos en un momento de enorme tensión en el hemiciclo. EFE/ Zipi Aragon

La relaciono con la festividad de la Inmaculada y siento como creyente la necesidad de proclamar su magníficat desde la alegría de nuestra constitución y del gozo de tenerla, más allá de las quejas de ricos aburridos. Es un tesoro y hay que cuidarla, limpiarla, mejorarla, desarrollarla… pero sobre todo defenderla y darle vida.

Grandeza y alegría

Me identifico con la Virgen cuando expresa con fuerza que proclama la grandeza y la alegría de lo que hay de salvación, porque eso hace que podamos soñar con un pueblo que mira a los humillados, derriba del trono a los poderosos y enaltece y cuida a los más pobres y heridos. La sociedad que se organiza con el principio de la comunidad inspirado en la compasión de hacer un camino juntos de liberación y de justicia.

Hay un modo de entender la historia y el caminar de los pueblos que forma parte de los sueños de la dignidad humana, todo aquello que favorece la fraternidad, la libertad y la paz de todos con todos. Estamos en un tiempo en el que se ha desvelado nuestra vulnerabilidad y nuestras necesidades de lo humano, de lo compasivo, de los cuidados. Tenemos el riesgo de olvidar que estas necesidades no son bienes individuales, que cada uno ha de salvarse a sí mismo. El hombre está estructurado para amar y para lo común, sólo por este camino puede realizarse y realmente ser feliz. El compromiso con la constitución y la defensa activa de la misma ha de ser elemento básico en la educación de los ciudadanos y ha de ser compromiso vivo en todos los cristianos.

Compromiso ciudadano

Ordenar las cosas del mundo según Dios es para nosotros la llamada a un compromiso con nuestra Constitución. Como nos dice Claudia ya esta bien de quejarnos como viejos ricos insolidarios, vivamos en la alabanza que nace de la comunidad y de la fraternidad, ojalá esta dimensión constitucional llegue a todos los países de la tierra, como Paraguay y otros muchos lugares que sienten la deficiencia de estructuras democráticas y de compromiso ciudadano. Sería una pena y una desgracia que en lugar de cuidarnos llegáramos desde la queja al abandono y al desorden constitucional. Y esto vale para ciudadanos, para los cristianos en particular, y cómo no para nuestros políticos, jueces, empresarios, escuelas…. Claudia desde su trabajo para Manos Unidas nos ayuda a verlo, a abrir nuestros ojos.

¡Bendita constitución y viva la Inmaculada¡ ¿Se entiende?