Hace unas semanas mi amigo Rubén, experto –entre otros muchos menesteres– en la literatura navideña me descubrió una auténtica fábula contemporánea sobre este tiempo. La editorial Periférica de Cáceres traía a España en 2020 una novela del italiano Giosuè Calaciura: ‘El tranvía de la Navidad’. Del periodista Calaciura, original de Palermo, me habían regalado no hace tanto tiempo la relativamente conocida ‘Los niños del Borgo Vecchio’ (Periférica, 2019 –el original italiano salió en 2017–). La misma exquisita sensibilidad, no sin cierto desencanto, la encontramos en esta historia ambientada en la víspera de Navidad.
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La historia se sitúa durante una nochebuena en la periferia, a borde del tranvía número 14 en el que alguien se ha dejado abandonado un recién nacido negro en el último de los asientos; mientras el transporte continúa su recorrido de barrio en barrio de cualquier metrópoli italiana (o no). En los distintos capítulos van subiendo y bajando los escasos pasajeros que en una festividad como esa acuden al transporte público: un adolescente africano sin hogar que busca a su hermana, un sirviente filipino que ya ha dado la cena a sus señores, un vendedor de paraguas, una enfermera volcada en los desheredados, un mago callejero con alzhéimer, un viudo que ofrece comida por sexo a una prostituta enferma, una pareja de hecho que sufre los azotes de la crisis social… todo ello ante la enigmática indiferencia del conductor.
Asoma el milagro
En este improvisado ‘pesebre’ posmoderno el niño recién nacido surca el extrarradio encontrándose de bruces con la cara más amarga del mundo al que ha nacido, a la vez que parecen producirse inesperados milagros en medio de los “nadies”. Crudeza y lirismo que a los creyentes nos inspira quizá cierta esperanza, aunque nunca fácil de encontrar del todo. ¿Acaso es el tranvía 14 como la gruta de Belén a la que acuden aquellos pastores en mitad del ingrato trabajo de la noche? ¿Ese niño abandonado puede ser el grito desgarrado de una madre que confía al mundo la salvación de su criatura? ¿Es en ese tranvía de indiferencia donde podemos encontrar silenciosamente la voz del Dios que viene?
La historia de Calaciura se abre en los últimos capítulos a cierta atmósfera mágica, incluso a cierta piedad cruel y milagrosa con un final inesperado en el que, en cierto modo, se involucra al lector. Pero, en cualquier caso, a la mirada del creyente surge la posibilidad de que incluso en el rincón más oscuro de un tranvía que no se llama precisamente “deseo” puede llegar el mensaje de la Navidad, del Dios que se encarna en la realidad humana, tan real que no necesita ni colorantes ni conservantes.