Más de 11 días. 264 horas. 15.840 minutos. 950.400 segundos. Este es el tiempo que Henry A. pasó, junto a otros dos hombres, en el hueco del timón del petrolero Alithini II cruzando el Atlántico para huir de la violencia y el hambre. Mecánico de 42 años y natural de Nigeria, se jugó la vida como polizón desde el Puerto de Laos hasta el Puerto de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria.
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Tras un mes rondando la zona portuaria nigeriana, vio una oportunidad y le suplicó a un pescador que le acercara hasta el buque fondeado; dos chicos le vieron y le siguieron sin ni siquiera conocer su destino. Pero no era el primer intento. Este hombre hizo la primera intentona en octubre de 2020 a bordo –por decirlo de alguna manera– del Champion Pula, un petrolero que había partido de Lagos y con el que siguió hasta Noruega para ser devuelto a su país después de haber sido interceptado por Salvamento Marítimo en Gran Canaria.
Esta vez no solo ha conseguido el ‘milagro’ de llegar a España en esas condiciones, sino que ha tenido la suerte de toparse en su camino con David Melián y María Vieyra, dos abogados que entienden su profesión desde una misión: defender los derechos de quienes también son humanos, aunque se les robe la voz. Ambos formados en el Servicio Jesuita a Migrantes, trabajan hoy en la Delegación de Migraciones de Canarias y en Caminando Fronteras –el colectivo por el derecho a la vida de quienes migran, fundado por la activista Helena Maleno–, respectivamente.
Aun así, la realidad es que Henry nunca ha estado solo, pues, como le confesó a Melián, durante esos días solo se escondió y rezó. “Está muy agradecido a Dios, porque es una persona con una fe muy profunda. No para de dar gracias”, señala el letrado a Vida Nueva. “En un principio, nuestro asesoramiento es jurídico, pero después empieza a ser un acompañamiento integral”, destaca el abogado canario, que permanece en contacto frecuente con Henry.
El agua se cayó al mar
Melián y Vieyra han conseguido, con mucho esfuerzo, que España admita a trámite la solicitud de protección internacional de Henry. La otra odisea, la administrativa, comenzó el 28 de noviembre, cuando fueron descubiertos por Salvamento Marítimo. De ahí, al hospital, debido al estado de deshidratación en el que se encontraban tras la travesía en la que no tuvieron agua, pues se les cayó al mar. Precisamente él fue quien más días estuvo ingresado y, después, lo llevaron a dependencias policiales, pues es lo que contempla la legislación española para las solicitudes de asilo en frontera. Durante este tiempo estuvo acompañado por ambos abogados, mientras que los otros dos recibieron asistencia letrada por parte de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
Todos solicitaron el asilo, pero, en un primer momento, se encontraron con la negativa del Ministerio de Interior. “Nosotros conseguimos un informe favorable de ACNUR –en el que recordaba a la Administración que debe ser proactiva a la hora de valorar las consecuencias psicológicas y las vulnerabilidades–, que es un documento bastante difícil de obtener, por lo que volvimos a presentar los papeles de residencia por razón humanitaria y el Gobierno lo admitió a trámite en la fase de reexamen”, explica Melián. Gracias a ello, tanto Henry como sus compañeros de travesía se encuentra en un recurso de ayuda humanitaria