Camino de Roma, donde pasará la Navidad con su compatriota y “amigo el padre Jorge Mario”, el franciscano argentino José Luis Guirado ha visitado por primera vez España para presentar su libro ‘De la entrega a la libertad’ (Ed. Gravitaciones), prologado por el propio papa Francisco. En sus páginas, Fray Pepe –como es conocido familiarmente– nos invita a vivir la fe en pobreza, silencio y oración, como él mismo viene haciendo desde que se trasladara en 2012 a la ermita de Tafí del Valle (Tucumán).
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PREGUNTA.- Dice la Biblia que “la fe sin obras está muerta”, pero ¿basta la caridad para mantenerla viva?
RESPUESTA.- Fe y caridad pueden estar muertas o vivas. La fe viva tiene el mismo entramado y fondo que la caridad viva, porque vienen del mismo origen. La fe es don. Una fe que es ideología o está reducida a una simple moral no alcanza para ser viva. Tampoco el amor reducido a ideología o moral puede ser caridad. Una y otra, si son vividas como don de Dios, sí son fuente viva.
Encuentro y abandono
P.- ¿Qué papel juegan el encuentro y el abandono en la experiencia creyente?
R.- La categoría de encuentro es profundamente bíblica. Dios nos sale al encuentro y somos encontrados por Él. El Dios de Jesús es, por excelencia, un encuentro de Dios con nosotros. Y porque nos sale al encuentro podemos abandonarnos a su Presencia. Encuentro y abandono son categorías muy relacionadas y que dan ese dinamismo tan vivo a nuestra experiencia creyente.
P.- ¿Cuáles son los fundamentos de una buena oración? Usted habla de escucha, perseverancia, contemplación…
R.- La escucha es esencial, el “alma” de las categorías ya citadas. Es una actitud de apertura, estar receptivo, poner entre paréntesis mis presupuestos y prejuicios. Y eso permite a Dios que haga, que sea. Pero, para que crezca en autenticidad, la escucha necesita perseverancia. Escucha y permanencia (no el mero “aguante”) van conformando la experiencia orante. (…)
Navidad con Francisco
P.- Va a pasar la Navidad con el Papa ¿Siente a Francisco parte de su familia?
R.- Al padre Jorge Mario –así le gusta que le llamen–, lo siento como un padre, un hermano, un pastor, un amigo de esos con los que se comparten cosas íntimas. He compartido cosas muy importantes de mi vida y he encontrado en él a un ser capaz de ocuparse de cada persona. Alguien con su misión y carisma universales no deja de sorprender por su forma de ocuparse de cada uno como si fuera la única persona del mundo. Él es inspiración para la Iglesia: una Iglesia descentrada de sí, que aprende y no solo enseña; que hermana, y no bajo tintes señaladores o autoritarios; que muestra a Jesús; que va al encuentro de todas las personas y tradiciones, universal. La mejor imagen del catolicismo: no atado a reglas, sino a la mirada universal de Jesús que lo abraza todo. Ese es Francisco: un testigo, un seguidor de Jesús, un discípulo suyo, apasionado por el Evangelio.