Es tiempo familiar, nuestras actividades se detienen por unos días para cambiar su dinámica y pasar más días con los nuestros. Celebraremos y festejaremos el nacimiento de Jesús, son días en los que la rutina se detiene para dar paso a nuevas experiencias, tal vez reunirse con familiares y amigos o simplemente quedarse en pijama todo el día.
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Comer a deshoras y desvelarse un poco más de lo habitual, cada quien lo vivirá de diferente manera. El frío en algunos lugares del mundo intensifica esta temporada, se antoja más un café, te o chocolate; para quienes somos padres de familia de pequeños, es un tiempo de formación espiritual, es la más grande oportunidad que tenemos para que en sus tiernos corazones puedan recibir el mensaje de esperanza, no dejemos pasar esta temporada.
En mi caso, mis hijos aún son pequeños, de manera que puedo ver el brillo de sus ojos por ser Navidad. Hemos encendido cada vela de Adviento y juntos rezamos, al final un breve comentario acerca de lo que vamos a celebrar, su asombro es fascinante, mi corazón recuerda por qué me gusta tanto esta temporada y es que mis padres me hablaron también de la Navidad y eso es maravilloso, porque ahora lo hago yo.
Sé que serán recuerdos únicos, bases que les permitirán conocer y profundizar más acerca de su fe, es importante acompañar a nuestros hijos en este caminar, entendiendo que en su crecimiento se enfrentarán a una gran cantidad de obstáculos y diferentes formas de ser y pensar, en este mundo donde a quien cree se le considera débil.
¡Ha nacido el Salvador!
Navidad, tiempo para recobrar fuerzas espirituales, dejar a un lado las prisas y preocupaciones, dedicarse a reflexionar la lectura de este tiempo litúrgico y comprendernos más amados en este mundo, hoy más que nunca nos debemos sentir amados por quien se hizo uno con nosotros, celebrar al Dios cercano. Navidad, momento para curar las heridas de nuestros corazones y vivir la vida pausadamente, entendiendo que, no por mucho hacer, se vive mejor.
“Hoy les ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. El ángel, en ese momento, se le juntó otra gran cantidad de ángeles, que alababan a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres amados por él!”. San Lucas 2, 11-14
¡Alegrémonos! Nos ha nacido el Salvador, quien ilumina nuestras vidas en medio de la tiniebla, nada más sencillo y complejo como esto. Creamos con sinceridad y dejemos que la vida transcurra con lentitud en estos días, porque la aceleración con la que vivimos nos aleja de la capacidad de amar y de creer en este hermoso milagro, el Reino de Dios está aquí, el Reino es ahora, es posible creer en el Reino.
De manera personal, agradezco a Vida Nueva y a sus lectores, por permitir expresar mi fe en este espacio que escribo con gran cariño para ustedes. Con amor y sinceridad les deseo una ¡Bendecida Navidad!