El último obispo argentino nombrado por Benedicto XVI, Alberto Bochatey, osa, actual secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, estuvo presente en el funeral y de las exequias del papa emérito en Roma.
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Desde allí brindó impresiones a partir de su presencia testimonial en la ceremonia de la Plaza San Pedro: “Este jueves 5 de enero, Roma amaneció especialmente triste; había una niebla muy especial, no tan habitual en la ciudad; era un día gris plomo, sin lluvia, un día muy invernal, muy triste, casi haciendo juego con las jornadas de dolor que estamos viviendo“.
Luego, se refirió a la liturgia preparada para tal ocasión. Habló de una liturgia sencilla, pero muy profunda y muy vivida. Participaron de la ceremonia casi 400 obispos y más de 4000 sacerdotes. Comentó que hubo muchos mandatarios y representaciones oficiales de los distintos gobiernos, y una Plaza llena que superó las expectativas de los organizadores.
Asimismo, comentó que se vivió “un clima muy sereno”. Mientras esperaban y antes de rezar el Rosario, antes de la misa, dijo que había un clima de serenidad en la esperanza, “saber que con la muerte no se acaba, sino que se transforma toda vida”. Con respecto a la misa exequial destacó que la homilía del papa Francisco “fue sencilla, breve, concisa y destacó distintos aspectos de la vida, la personalidad y la enseñanza del Papa Benedicto XVI”.
La continuidad
El obispo auxiliar de La Plata expresó que “con la muerte del papa Benedicto XVI, podemos pensar que muere un tipo de Iglesia, un tiempo de la Iglesia, y que con el papa Francisco amanece otro tipo de realidad; pero es la continuidad… se vio hoy, cuando el papa Francisco ofreció su homilía y, sobre todo, en el gesto final, antes de retirarse de la plaza el féretro del papa emérito Benedicto XVI, cuando Francisco, litúrgicamente, le dio el responso y, humanamente… un saludo humano muy especial, muy cercano“.
También contó que, al finalizar la misa, se escuchó un aplauso profundo, de agradecimiento, de despedida. “Esas palmas que aplaudían querían abrazar al papa Benedicto XVI, querían tocarlo de alguna manera”. Ese es el gesto de todo el pueblo de Dios que se inauguró con el funeral de Pablo VI y que continúa ahora despidiendo al Papa.
Bochatey, finalmente, destacó que fue un día de mucha profundidad en el que estaban todos concentrados en lo que estaba pasando. “Muchos de los presentes habíamos sido nombrados obispos por el papa Benedicto XVI, por lo tanto, es muy fuerte porque te toca la vida, te la cambia radicalmente ese pedido del Papa para ejercer el ministerio episcopal”, compartió. También indicó que en esta mañana intensa “todos estábamos convencidos de que era algo importante y que se terminaba, con esta muerte, una etapa muy peculiar de la vida de la Iglesia, en cuanto a la vocación y las determinaciones del papa emérito Benedicto XVI”.