El arzobispo de Lima denuncia el papel de quienes tienen “intereses económicos” ante la crisis del país

Carlos Castillo califica de “trágica” la realidad peruana debido a la creciente polarización del enfrentamiento

Carlos Castillo, arzobispo de Lima

Desde hace aproximadamente un mes, la escalada de violencia no hace más que crecer en Perú. Todo ello, a raíz de las manifestaciones contra la presidenta en activo, Dina Boluarte, la cual tomó el poder tras la destitución en diciembre de Pedro Castillo.



Mientras los manifestantes exigen la dimisión del Gobierno y la convocatoria de elecciones, la represión de las protestas antigubernamentales ha resultado extremadamente dura, saldándose ya la muerte de decenas de manifestantes. Las protestas se han extendido a las principales ciudades de Perú y el pasado jueves estallaron también en la zona de Cuzco.

Ante los micrófonos de Radio Vaticano-Vatican News, el arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, calificó de “trágica” la realidad peruana debido a la creciente polarización del enfrentamiento, alimentada por la falta de cohesión institucional, la arraigada corrupción y la incapacidad de dar respuestas adecuadas a las legítimas demandas de las franjas más pobres de la población.

El único camino: el diálogo

Monseñor Mattasoglio subraya el papel “desestabilizador de quienes tienen ambiciones e intereses en la gestión de los importantes recursos económicos y financieros del país”. Por ello, la Iglesia peruana denuncia “las mafias y el poder que ejercen unas pocas grandes familias peruanas que han puesto en jaque a zonas enteras, sobre todo aprovechando las reformas destinadas a descentralizar el poder”. “El narcotráfico y la corrupción son dos de los grandes males que han llevado al empobrecimiento de amplios sectores de la sociedad y a una creciente exasperación incluso entre las comunidades indígenas”, subraya.

En este contexto, los obispos de Perú se han reunido en la actual sesión de la Conferencia Episcopal para considerar la posibilidad de hacer una serie de propuestas que permitan relanzar el diálogo. “El único camino posible es siempre el de la mediación y el diálogo, dejando a un lado prejuicios, ambiciones y acusaciones mutuas”, afirma el prelado.

Asimismo, reconoce que “hay un problema educativo muy grave en la sociedad peruana que requiere capacidad de visión a más largo plazo”. “Nuestro llamamiento”, concluye el prelado, “es que debemos utilizar todos los medios para conseguir que las partes aclaren los puntos fundamentales y que todos trabajemos juntos como hermanos, como dice el Papa en su encíclica. Esto es lo central”.

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