Tribuna

Una nueva normalidad educativa que no podemos consentir

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Con el nuevo año, la conmemoración del Día Internacional de la Educación nos da la oportunidad a las organizaciones dedicadas a la educación a reflexionar sobre su situación en el mundo. Un contexto educativo que, lejos de volver a una nueva normalidad, sigue recuperándose de los estragos provocados por la pandemia y por el cierre de las escuelas en 2020 y 2021.



Desde Entreculturas ya alertamos sobre la dura realidad educativa que estaba sufriendo el mundo. Lo hicimos en el informe “No podemos pasar página”, en mitad de la pandemia. En sus páginas hicimos un estudio detallado de los graves efectos que tendrían a corto, medio y largo plazo las medidas adoptadas por los gobiernos para hacer frente a la Covid-19. Hoy, 24 de enero de 2023, seguimos experimentando las peligrosas consecuencias de esas extraordinarias decisiones sin saber si la opinión pública es consciente de la crisis educativa mundial que estamos viviendo.

Mutismo informativo

Este mutismo informativo choca con la labor realizada por las instituciones internacionales que, a través de datos, investigaciones y testimonios llevan levantando la voz desde el primer momento de la pandemia sobre la crisis educativa sobrevenida que se cernía y que finalmente llegó. Así, organizaciones como UNICEF han comprobado que 147 millones de niños y niñas perdieron más de la mitad de su escolarización presencial entre 2020 y 2021, algo nunca antes visto.

No obstante, hay que tener en cuenta el efecto desigual que tuvo en la educación el cierre de las escuelas. Mientras que en los países desarrollados la transición al aprendizaje en línea fue rápida y realizada por la mayoría del alumnado, en los países menos desarrollados supuso una verdadera barrera digital que expulsó a uno de cada tres niños y niñas de las escuelas al no contar con acceso a Internet. Esto agravó las desigualdades educativas existentes que ya experimentaban el estudiantado con bajos ingresos o aquellos que pertenecían a colectivos vulnerables, una brecha de la que todavía no nos hemos recuperado.

Déficit de conocimientos

Casi tres años después de la irrupción de la pandemia, es más que sensato decir que tanto el cierre de las escuelas como el cambio repentino a la educación en línea ha repercutido de forma directa en el rendimiento académico. Una pérdida de aprendizaje que, si no se duplican los esfuerzos por remediarlo, podría tener un impacto muy negativo en el alumnado más joven al cronificar durante toda su vida un déficit de conocimientos.

Esta pérdida de aprendizaje viene a sumarse al debate sobre la calidad educativa que se proporciona a día de hoy, especialmente en países y regiones empobrecidas que demandan mejores condiciones y recursos para poder garantizar el derecho a la educación. Según datos de UNESCO, el 60% de niños y niñas del mundo no alcanzan las competencias básicas en lectura y matemáticas, siendo el 33% de África Subsahariana. Esta región cuenta con una carencia evidente de docentes, ya que tiene una media de 69 estudiantes por cada docente, a diferencia de los 15 que se dan en Europa o Norteamérica.

Educación en Sudán del Sur. Foto de Andrew Ash

Un retraso de dos décadas

Podemos afirmar, por tanto, que estamos ante una restricción del derecho a la educación en el mundo y ante una ampliación de las desigualdades educativas. En este sentido, la UNESCO ha estimado que, en términos generales, se ha producido un retraso de dos décadas en los avances educativos que se habían conseguido antes de la pandemia.

Especialmente preocupantes son las cifras que atañen al acceso a la educación con 244 millones de niñas y niños no escolarizados en el mundo y con el 48% de niñas, niños y adolescentes refugiados que no asisten a la escuela (UNESCO, 2021). Unos datos que pueden aumentar si la comunidad intencionalidad y los gobiernos no logran conseguir hacer regresar a los 24 millones de estudiantes que se estima que no han vuelto a las escuelas tras la pandemia.

Y, tras la pandemia, ¿ahora qué?

Como hemos visto, el contexto educativo actual exige reforzar los esfuerzos para garantizar el derecho a la educación en el mundo y poder cumplir así con las metas contenidas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) nº4 actual Agenda 2030. No obstante, no parece que esto esté sucediendo, ya que se comienza a evidenciar una falta de priorización de la educación como política pública, tanto en los países como en la comunidad internacional.

De hecho, una vez reformulados los presupuestos tras la pandemia, la comunidad internacional ha frenado su inversión en educación, reduciendo inversiones y desplazando a otros ámbitos los fondos nacionales y las partidas presupuestarias dedicadas a educación de los países que forman parte del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD). Según datos del Banco Mundial, el 40% de los países de ingresos bajos y medianos redujeron un promedio de 13,5% su gasto en educación después del inicio de la pandemia. De hecho, uno de cada tres países en el mundo no cumple con los objetivos de la Agenda 2030 de invertir al menos un 4% del PIB y un 15% del gasto público en educación.

Disminución de la ayuda bilateral

Por su parte, la comunidad de donantes tampoco está revirtiendo esta situación, ya que la ayuda directa a la educación se estancó en 2020 y se redujo en 359 millones de dólares en el caso de los donantes bilaterales. Desde entonces, la disminución de la ayuda bilateral educativa ha ido de la mano de recortes en la ayuda destinada a la educación por parte de los principales donantes. Un movimiento que busca su justificación en la pandemia, la guerra en Ucrania y los cambios en las prioridades de algunos gobiernos.

Estas decisiones financieras están teniendo dos consecuencias claras que impactan de lleno en el disfrute y la calidad del derecho a la educación. Por un lado, ha provocado el aumento de la brecha de financiación al necesitar los estados y la comunidad internacional invertir muchos más recursos para alcanzar las metas educativas fijadas. Y, por otro, ha aumentado la carga que tienen que soportar las familias para financiar la educación de sus hijos e hijas, con las consecuentes brechas de desigualdad que esto genera entre países y entre distintas clases sociales.

Triste paradoja

Esto provoca una situación tan paradójica como que, en los países de ingresos bajos, el 39% del coste educativo lo están soportando los hogares familiares, mientras que, en los países de ingresos altos, este coste se reduce a un 15%.

¿Qué propuestas hacemos para los próximos años? España, como miembro del CAD y como país comprometido con el cumplimiento de los ODS, no puede estar ajeno a esta situación y debe proponer medidas que coloquen de nuevo a la educación como una prioridad clara para conseguir un mundo más igualitario, sostenible y justo. Los retos son ingentes, pero nuestro país tiene que aportar su granito de arena para conseguirlos. Señalamos aquí algunas propuestas que avanzarían en este sentido:

  • Establecer compromisos valientes y decididos que le permitan alinearse con los donantes más comprometidos de la OCDE y la UE en materia de educación.
  • Forzar las restricciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) que ponen por delante el control del déficit a la inversión pública.
  • Aliviar la deuda de los países menos desarrollados, incluyendo medidas que alienten la inversión en servicios públicos básicos, especialmente la salud y la educación.
  • Aumentar la financiación en cooperación española en materia educativa y seguir trabajando para destinar el 0,7% de la Renta Nacional Bruta a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), del que un 20% debe estar destinado a la educación; y un 10% de la AOD para Ayuda Humanitaria, del que el 10% debe dedicarse a educación en emergencias.
  • Aumentar los recursos a la respuesta mundial frente a la crisis educativa, mejorando la atención y reconocimiento al profesorado y personal educativo.
  • Focalizar nuestros esfuerzos en la ayuda a la educación básica, asumiendo nuestro compromiso por las iniciativas multilaterales que existen en este ámbito como la Alianza Mundial por la Educación (AME).
  • Mantener y reforzar la apuesta de la cooperación descentralizada por la educación.
  • Aprovechar el VI Plan Director de la Cooperación Española como una oportunidad para poner en valor la educación.
  • Destinar al menos un 3% del total de la AOD a la Educación para el Desarrollo Sostenible y la Ciudadanía Global, para avanzar en el logro de la meta 4.7.

Fotografía de Andrew Ash en Sudán del Sur