El calendario de celebraciones litúrgicas, en el mes de enero, está marcado por la fiesta de la Conversión de San Pablo, con la que se cierra la tradicional Semana de oración por la unidad de los cristianos, iniciativa surgida desde siglos pasados y que poco a poco ha ganado interés entre laicos, pastores, religiosos, y obispos.
- PODCAST: No callarás: la Iglesia que sí clama contra la violencia machista
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En Roma, dicha celebración tiene un matiz especial, ya que es acogida en la milenaria Basílica papal de San Pablo Extramuros, monumento del siglo IV, que venera el sitio de la deposición de los restos del apóstol de los gentiles, y por ende, uno de los lugares de culto, veneración y peregrinación más importante en la ciudad eterna.
La basílica, que hoy podemos ver, es de reciente data, ya que es un edificio neoclásico erigido sobre las ruinas provocadas por el incendio de 1823, el cual, afectó gran parte de la edificación paleocristiana del 395, de la que se conservan algunos restos, fragmentos y mosaicos esparcidos por diversas partes del antiguo y nuevo complejo.
La Basílica de San Pablo Extramuros es el referente arquitectónico inmediato en cuanto a ecumenismo y diálogo entre los cristianos. De allí que, las dos expresiones que marcan la actividad pastoral del recinto son la reconciliación y la oración constante por la unidad de los cristianos.
La basílica como estación penitencial
Tan antigua como la basílica de la colina vaticana, San Pablo Extramuros, figura como una de las más arcaicas estaciones cuaresmales de la piedad popular romana, pues era foco de peregrinación, en el tiempo medianero entre Navidad y Cuaresma, denominado ‘Septuagésima’, cuando los cristianos se preparaban con ayunos y penitencias a los tiempos litúrgicos de la venidera Pascua y Pentecostés.
No es de extrañar que la contemporaneidad encuentre en la fiesta de la Conversión de Pablo, la herencia misma de dicha tradición, ubicando en la basílica papal, el lugar idóneo para celebrar e invocar la unidad; precisamente dónde se venera la cadena que ataba al reo Pablo de Tarso, como eslabón que une la fe de los creyentes de todos los tiempos.
Extramuros, y casa de todos los cristianos
Como signo aún más evidente, la Basílica de San Pablo Extramuros, que recibió este nombre por encontrarse fuera de las antiguas murallas romanas, se convierte en casa de acogida y unidad, antecedida por el nuevo atrio de cuatro pórticos y 150 columnas.
Dicho espacio rememora la actualización del atrio de los gentiles del antiguo templo de Jerusalén, y que en esta nueva versión, es presidido, por la icónica y colosal esfinge de san Pablo, con la espada y los libros, representando la palabras de Dios y el mensaje del Evangelio.
Aunque por razones históricas, se hayan levantado muros entre las diversas comunidades creyentes, el Octavario de oración por la unidad y la misma clausura en la basílica papal, son la expresión precisa, de reconciliación y unidad, entre los cristianos reunidos en una misma iglesia (asamblea), bajo un mismo techo, alrededor de una misma mesa.
Así la basílica es iglesia, casa común, que reúne en intramuros a todos los cristianos: tanto a los que están dentro, como los de afuera, con la intención de convocar e invocar, la unidad.
Basílica papal y basílica de unidad
La basílica papal además se presenta como signo de unidad, al congregar a las diversas delegaciones cristianas para el encuentro de oración, al que se une y preside el papa, como muestra de confirmación en la fe, bajo la estela de los 266 medallones de san Pedro y sus sucesores, representados en el entablamento de las naves.
Juan Pablo II asistía tradicionalmente a la cita ecuménica, sin embargo, el encuentro del jubileo del año 2000 destaca en la historia, por la apertura de la puerta santa, gesto realizado por el pontífice y el representante del Patriarcado de Constantinopla y el arzobispo de Canterbury. En la ceremonia participaron 337 denominaciones cristianas, las cuales fueron testigos del clamor del papa que resonó con la exclamación: unidad, unidad, unidad.
Benedicto XVI y el papa Francisco mantuvieron de manera oficial, en el calendario de celebraciones pontificias, las vísperas del 25 de enero en la basílica de San Pablo Extramuros, presidiendo el rezo de los salmos para la clausura solemne de la Semana de oración de la unidad de los cristianos.
Basílica papal y de acogida para todos, de unidad y de oración; basílica en extramuros, en la periferia, iglesia en salida, abierta a los que claman por la comunión y la reconciliación, basílica del apóstol predicador a los gentiles, y que cada enero se convierte en areópago y cenáculo, dónde resuena el llamado del Señor: “Que todos sean uno, para que el mundo crea” (Jn 17, 21).
Por Raymundo Alberto Portillo Ríos. Profesor de arquitectura de la Universidad de Monterrey