El miércoles 25 de enero, a las siete y media de la tarde, el miedo recorrió la ciudad gaditana de Algeciras cuando un presunto islamista atacó dos parroquias, hirió a cuatro personas (incluido un sacerdote) y asesinó en plena calle al sacristán Diego Valencia.
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Pasados unos días, Jerónimo Vicente Ruiz, coordinador del Centro Tierra de Todos, fundación del Secretariado de Migraciones de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, lamenta la “poca información” que hay muchas veces sobre los migrantes, lo que da pie a que determinados sectores “estigmaticen” a colectivos injustamente.
Diagnosticado en Tánger
Algo que se ha repetido con el ataque en Algeciras, “por el que algunos han culpado a los musulmanes, en general, cuando lo cierto es que el autor del crimen era un perturbado mental. Y esto lo digo porque, al parecer, el autor del ataque ya tenía antecedentes psiquiátricos en Tánger, antes de pasar a la península. Además, su propio comportamiento delató que actuó sin premeditación ni de un modo organizado, pues no se tomó la molestia de reconocer previamente al sacerdote que sería su objetivo”.
Algo que no le resta un ápice de culpa al criminal: “Aunque no por ello se deje de condenar esta barbarie sin sentido. Tierra de Todos condena cualquier acto violento y busca promover la fraternidad”.
Ayuda a más de 1.300 personas
La fundación busca promover la fraternidad “con la formación, con la acogida, con la escucha activa y con la asesoría jurídica”, siendo el fin que “las personas a las que acompañamos se empoderen en todos los sentidos, a nivel emocional, laboral y social”. Solo en 2022 atendieron a 767 personas a nivel jurídico y a 578 en lo relativo al área social. En total, a gente de hasta 45 nacionalidades.
Personas, muchas de ellas, musulmanas. Y es que “no puede ser de otro modo. Dios nos creó sin fronteras ni barreras. Esas las hemos puesto nosotros”.
Millones de puntos blancos
En este sentido, pone un ejemplo muy ilustrativo: “Samuel, un joven camerunés que perdió el ojo en la valla tras recibir el impacto de una bola de goma, estuvo con nosotros en el centro y nos hicimos amigos. Se bautizó y fui su padrino. Un día, cogió un folio en blanco y pintó un punto negro. Me preguntó por lo que veía y le dije que ‘un punto negro’. Él me respondió: ‘Son millones de puntos blancos… Es lo que le ocurre a muchos con la migración. Alguno de nosotros hace algo malo y todos nos señalan a los demás. Pero, cuando la inmensa mayoría hace cosas buenas, solo siguen mirando al punto negro’. Me enseñó mucho”.