A menudo se escucha este comentario referido a los miembros del clero y de la vida religiosa. El que los mayores se preocupen por que los jóvenes estén perdidos no es algo nuevo (lo encontramos ya en vasijas babilónicas del 300 a.C.). Sin embargo, lo que parece confundir a algunos es el hecho de que, de un modo u otro, la rebeldía de muchos integrantes de la nueva generación de religiosos y sacerdotes pase por querer recuperar cosas del pasado que muchos consideraban superadas.
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¡No están en el mundo! O ¡huyen de él! Es una crítica que suele acompañar no solo su modo de vestir, sino también de orar, celebrar o reunirse. No digo que no pueda tener algo de verdad (todos nos equivocamos), pero lo cierto es que muchos de estos jóvenes se han criado en medio de un ambiente laico e incluso ateo. De hecho, la mayoría tienen amigos y conocidos que no son creyentes o que no están bautizados (y lo viven sin demasiado problema). Sin embargo, estos jóvenes viven con preocupación el hecho de que su consagración quede diluida o ninguneada en medio de otras muchas realidades.
Expresión externa
Y así, su acto profético, o si se prefiere de rebeldía, pasa por expresar externamente lo que quieren vivir internamente. La verdad es que, en eso, tampoco están tan fuera del mundo como pudiera parecer, sino que son semejantes a otros jóvenes que, por una razón o por otra, abanderando causas distintas, hacen lo mismo con sus atuendos y modos de estar en la sociedad.
¡Eso os aleja de la gente! Suele afirmarse cuando los religiosos y sacerdotes jóvenes apuestan por una pastoral más explícita o nítida que la de algunos de sus predecesores. Lo cierto es que cada cual pone el acento en unos puntos, y suele hacerlo marcado por el contexto en el que ha vivido. Estos jóvenes han crecido en un mundo materialista en el que hay muy poco espacio para la trascendencia y en el que el desconocimiento de lo religioso y el influjo de las redes sociales generan mucho menos rechazo que hace pocos años.
Sin tanta oposición
Desde aquí se entiende que muchos jóvenes hagan una propuesta pastoral que no sea una prolongación de la vida cotidiana, sino más bien una apertura a lo sobrenatural. Con la libertad de saber que cuentan ya con el no o con la indiferencia de sus contemporáneos, pero no tanto con su oposición. Al final, no podemos olvidar que ambos son hijos de la misma generación.
¡Dicen que no tienen tiempo, pero luego…! Es algo que se oye cuando alguno se queja de no poder llevar adelante todas sus responsabilidades, pero a la vez saca de donde no hay para montar una nueva actividad. Y es que estos jóvenes se encuentran muchas veces ahogados entre muchas responsabilidades que les vienen derivadas como consecuencia de la escasez de vocaciones. En muchos casos se multiplican junto a sus mayores para poder atender multitud de obras y estructuras. Pero, muchas otras se encuentran con que un buen número de ellas ya no tienen la fuerza evangelizadora de antes, y por ello deben entender su presencia en ellas como un servicio.
Compaginar con sus obligaciones
Pero, ¡son jóvenes! Y tienen fuerza, ganas y entusiasmo para evangelizar que tratan de compaginar con sus obligaciones (a veces quitándole horas al descanso), comprometiéndose en otras acciones extraordinarias.
Con todo esto, no quiero decir que la nueva generación de jóvenes religiosos y sacerdotes tenga todas las claves pastorales, o que viva siempre de un modo coherente. Sino que más bien quiero afirmar que tiene el derecho a explorar nuevos caminos, equivocarse, rectificar y quién sabe si incluso acertar.