La denuncia de Manos Unidas: “Es un genocidio que cada año 3,5 millones de personas mueran de hambre”

  • Bajo el lema ‘Frenar la desigualdad está en tus manos’, la plataforma de cooperación y desarrollo de la Iglesia arranca su campaña anual
  • Los misioneros Dário Bossi y Virginia Alfaro en Brasil y Angola se suman al reciente grito del Papa contra el “neocolonialismo económico, social y político” que sufren los países más empobrecidos

La denuncia de Manos Unidas: “Es un genocidio que cada año 3,5 millones de personas mueran de

‘Frenar la desigualdad está en tus manos’. Este es el grito que a lo largo de este año lanzará Manos Unidas a través de su campaña contra el hambre que acaba de dar su pistoletazo de salida con una rueda de prensa celebrada esta mañana en Madrid.



“Es un genocidio que cada año 3,5 millones de personas mueran de hambre”, denunció la presidenta de Manos Unidas, Cecilia Pilar Gracia, que lamentó que “la brecha de la desigualdad que separa a ricos y pobres y que no deja de crecer”. “Debería avergonzarnos que cada nueve segundos muera una persona de hambre”, insistió, a la vez que planteó que “la nueva normalidad después de la pandemia tiene poco de nueva y mucho de inhumana”.

Implicación en aumento

“Parece como si estas personas fueran cosa de otros, que no tuvieran nombre. En Manos Unidas no nos vamos a resistir a pensar que no es cosa nuestra”, comentó, con la conciencia de que “las personas más desfavorecidas no merecen menos desinterés porque estén más lejos”.

Sin desmerecer la tragedia de la guerra de Ucrania, señaló que su repercusión “silencia y opaca” otros conflictos como los vividos en Mozambique, en Etiopía, en República Democrática del Congo, en Myanmar… “Pero allí no hay intereses”, añadió.

Más de 500 proyectos

“Nunca nos vamos a vencer que acabar con la desigualdad es un reto imposible”, apuntó, con un aval nada desdeñable: más de 70.000 socios y 6.000 voluntarios que hacen posible la puesta en marcha 500 proyectos en 55 países “para romper con el círculo de la pobreza”.

Sobre el terremoto que está asolando Turquía y Siria, la presidenta de la ong española compartió que están en contacto con los socios locales en Siria, los maristas azules, “para ponernos en marcha en seguida” para salir al rescate de la llamada de emergencia humanitaria.

Ruedadeprensamanos Unidas

La presidenta de Manos Unidas, Cecilia Pilar Gracia, acompañada del misionero comboniano Dário Bossi, y Virginia Alfaro, de Misioneros Seglares Vicencianos

Junto a la presidenta de Manos Unidas, tomaron la palabra en la cita con los periodistas el misionero comboniano Dário Bossi, que lleva más de 20 años en Brasil, así como Virginia Alfaro: miembro de Misevi (Misioneros seglares vicencianos), que desarrolla su labor en Lobito, la tercera ciudad más grande de Angola.

Relaciones neocoloniales

Bossi hizo un llamamiento a no olvidar “la crisis socioambiental” fruto de unas “relaciones neocoloniales de un modelo que no ha cambiado ni desde el punto de vista económico, pero tampoco social, político y religioso”. Desde su vivencia en la Amazonía oriental, la más devastada del país, señaló que hoy la población nativa se ve sometida a una constante “humillación de su dignidad, el saqueo de su tierra y de su futuro”. Así, alertó de la creciente proliferación de los llamados “proyectos monstruos” como el de una hidroeléctrica o una mina de dimensiones estratosféricas.

“Manos Unidas no solo nos ayuda con la financiación, sino con la elaboración de las estrategias para acompañar a la gente”, reconoció Bossi, que desveló que la reciente agresión visibilizada contra el pueblo Yanomami “no es un caso aislado, son muchos los indígenas que están sufriendo”. “La solución sí está en la organización de las pequeñas comunidades, reorganizarse. Hay que dar autoridad al grito de las gentes y de la naturaleza. Hay que reconocer el derecho de los pueblos a su tierra, trabajo y techo, tal y como pide el Papa”, defendió.

El derecho a la educación

Por su parte, Virginia Alfaro, expuso cómo trabaja a pie de obra como coordinadora del programa de intervención educativo y sanitario ‘Omõla Wasandjuka’ que en umbundu, la lengua local, significa ‘infancia feliz’. Se trata de un programa que pone el foco en la primera infancia y en la mujer que pretende reducir la exclusión social. ¿El motivo? Esta misionera laica desveló que todavía el 22 por ciento de los niños angoleños no tienen acceso a la educación, amén de la brecha de género que acompaña esta alta tasa de absentismo. “El derecho a la educación es el que abre las puertas a la igualdad y al desarrollo”, subrayó.

“Nuestras manos pueden ser muy poderosas. Todo esto tiene solución, a través de procesos concretos. Por eso nos desgastamos todos los días”, apuntó Virginia sobre el papel que puede jugar cualquier ciudadano a la hora de transformar la realidad en los países menos desarrollados.“Angola es un país muy rico, pero que vive en una situación de pobreza extrema”, enfatizó.

Frente a ello, defendió la necesidad de “crear oportunidades que lleven a un cambio social y del sistema, desde el cambio en lo pequeño, en las personas, en las comunidades”. No se olvidó esta misionera laica de subrayar cómo todavía hoy en Angola la principal causa de mortalidad en la población es la malaria, “una enfermedad prevenible y curable”.

Noticias relacionadas
Compartir