Para responder a la pregunta del título, conviene hacer un balance de los avances realizados de cara a la celebración de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en dos convocatorias, una en octubre de 2023 y otra en octubre de 2024, sobre el tema: ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’. Es precisamente esta trilogía la que hace explícito el objetivo de este Sínodo, a saber, activar al máximo la dimensión sinodal de la Iglesia.
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Tal objetivo corresponde a un profundo deseo del papa Francisco, pero se inscribe, sobre todo, en la perspectiva de la eclesiología del Pueblo de Dios, promovida por la doctrina conciliar del Vaticano II. Más aún, este Sínodo representa una etapa fundamental en la recepción más orgánica de dicha eclesiología, en cuanto la sinodalidad recupera el carácter ‘normativo’ de la Iglesia Pueblo de Dios, integrando la ‘recíproca’ necesidad de todos los fieles e impulsando una eclesiogénesis del “nosotros” de ‘todo’ el Pueblo de Dios.
El papa Francisco se refiere a menudo al magisterio de Pablo VI: al igual que Pablo VI, el actual Papa fomenta un vínculo con el acontecimiento conciliar que puso de relieve tanto la dimensión peregrina como dialógica de la Iglesia. A este respecto, recordemos la encíclica del propio Pablo VI al comienzo de su pontificado, ‘Ecclesiam suam’ (1964), en la que compartía su sueño de “una Iglesia que se hace coloquio” (n. 34), así como la constitución pastoral ‘Gaudium et Spes’ (1965), que aborda tanto lo que la Iglesia recibe como lo que ofrece al mundo (cf. nn. 40-44).
Consulta, no sondeo
A muchos católicos les ha resultado difícil entrar en el proceso sinodal en curso, que se considera espontáneamente como una encuesta o, al menos, un sondeo. Esta percepción puede deberse a que no se han presentado los pormenores del proceso y, sobre todo, lo que está en juego, es decir, la aplicación de prácticas verdaderamente sinodales. Una muestra de este malentendido es, precisamente, cómo se ha presentado la consulta en los medios de comunicación –incluso católicos– y en las diócesis, como si se tratara del “futuro de la Iglesia”.
Además, muchos de los católicos que participaron en la consulta hablaron “a la Iglesia” o “a las autoridades eclesiásticas”, especialmente a las autoridades romanas. Esta representación de la consulta, así como la impresión que se desprende de las síntesis diocesanas y nacionales, son, en mi opinión, el resultado de una percepción ‘ad extra’, “exterior”, de la Iglesia: los católicos siguen estando en una relación de exterioridad con la realidad eclesial. Hablan de su Iglesia como si no formaran parte de ella, como si no fuera asunto suyo.
Déficit de sinodalidad
Muchos obispos lo lamentan –algunos se escandalizan por ello–, pero ¿no es esto precisamente el signo del déficit de sinodalidad? A pesar del giro que supuso el Concilio Vaticano II, que favoreció una visión de la Iglesia como Pueblo de Dios y exaltó la vocación y la misión de todos los fieles, siguen sintiéndose alejados de su Iglesia, a menudo porque esta no les escucha, no les toma en serio, no les hace partícipes de su vida cotidiana y de su misión.
El presente artículo se propone relacionar los resultados de la consulta global con el resto del proceso, en particular con la etapa continental. Los documentos de las consultas diocesanas no están disponibles. Solo lo están las “síntesis” realizadas por las Conferencias Episcopales (CE), generalmente a nivel nacional, en la medida en que las han hecho públicas. La Secretaría General del Sínodo de los Obispos (SGS) no se considera autorizada a ponerlos a disposición, ya que las CE no tuvieron la intención de hacerlo a su nivel, en particular debido a situaciones políticas delicadas.
Según el calendario establecido por la SGS, las CE deberían haber presentado a aquella los resultados de las consultas en sus respectivas diócesis antes del pasado 15 de agosto de 2022. También se esperaba las respuestas de los Sínodos de las Iglesias Orientales y de los Dicasterios romanos, así como de las Uniones de Superiores Mayores y de las asociaciones y movimientos de fieles laicos. Además –tal y como establece la constitución apostólica ‘Episcopalis communio’ (EC) en su artículo 7 § 2–, los fieles podían enviar su contribución directamente –de forma individual o colectiva– a la SGS. Me limito principalmente a la consulta de las Iglesias particulares y a la retroalimentación de sus resultados a la SGS por parte de la CE respectiva.
Muy alta participación
Lo notable es que 102 de las 114 CE presentaron efectivamente sus contribuciones. ¡Nunca se había producido una participación semejante de cara a un Sínodo de los Obispos! Esto demuestra hasta qué punto el actual proceso sinodal ha implicado a toda la Iglesia católica. Por supuesto, las propias CE no omitieron decir que la participación de los fieles en las diócesis se limitó principalmente a los implicados en la vida de las parroquias y demás comunidades.
Al leer las aportaciones de las CE, toca llegar a la conclusión ineludible siguiente: la consulta diocesana que les precedió no consiguió implicar a toda la población ni llegar a las personas “de la periferia”, especialmente a las que se alejaron de la Iglesia o se sienten alejadas de ella. Por otra parte, pocos jóvenes participaron en la consulta, a pesar de los medios puestos en marcha y de iniciativas felices y fructíferas, como el “Sínodo digital”.
Experiencia inédita
A pesar de ello, la consulta llevada a cabo representa una experiencia totalmente inédita, dada la escala a la que tuvo lugar en toda la Iglesia católica. Por primera vez, los fieles participaron en la preparación de un sínodo, intercambiando ideas sobre la cuestión fundamental: “¿Cómo se realiza hoy, en los distintos niveles –desde el local hasta el universal– este ‘caminar juntos’ que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo con la misión que le fue confiada, y qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer como Iglesia sinodal?” (‘Documento preparatorio’ [DP] n. 2; cf. n. 26).
Los católicos fueron invitados a reflexionar sobre sus experiencias, a través de una relectura de las alegrías y dificultades encontradas sobre el terreno, así como de los frutos evangélicos, las intuiciones misioneras y las iniciativas pastorales que el Espíritu Santo había suscitado en sus comunidades. Esta relectura de su “caminar juntos” esta(ba) destinada a averiguar las ‘conversiones’ que deben vivirse y los ‘cambios’ que deben realizarse (cf. DP n. 26). Para facilitar la consulta, la SGS identificó diez temas que expresaban diferentes facetas de la “sinodalidad vivida”. Porque de esto se trataba: ¿cómo está viviendo ‘ya’ el Pueblo de Dios este “camino juntos”, reuniéndose para discernir a qué les llama el Señor y para compartir el Evangelio como buena noticia para todos? (…)
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Índice del Pliego
I. DE LAS CONSULTAS DIOCESANAS A LAS “SÍNTESIS” DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
II. DEL ANÁLISIS DE LAS “SÍNTESIS” DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES A LA REDACCIÓN COLECTIVA DE UN DOCUMENTO
III. EL DOCUMENTO DE TRABAJO PARA LA ETAPA CONTINENTAL (DEC)
IV. LA ETAPA CONTINENTAL