“Como yo los he amado, ámense”. Es el nuevo mandamiento de Jesucristo, es el acto de amor más grande que la humanidad puede realizar; sin embargo, es una acción que cuesta mucho trabajo, y seguramente el Maestro lo sabía, es más sencillo odiar que amar, es más fácil ignorar que comprometerse, es nuestra primera opción desacreditar antes que escuchar y procurar entender a mi prójimo.
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En esta fecha tan importante, comercialmente hablando, se motiva a expresar nuestro amor y en último caso nuestra amistad con algún objeto, mercantilmente este gesto aumenta la economía y muchas veces, no se trata de un sentimiento genuino, más bien es una tendencia o una moda que beneficia como ya lo mencioné a nuestra economía.
Flores, globos, peluches, chocolates y una lista interminable de objetos que “hablan de cierto aprecio” hacia la persona. Pasando el día, las cosas regresan a la normalidad, olvidando el detalle y volviendo a carecer de algún sentimiento hacia la otra persona.
También están los enamorados y estos tienen un lugar reservado en esta columna, el Día de San Valentín es la ocasión perfecta para demostrar cuánto amas a tu pareja y esas muestras de amor tienen mucho que ver con entregarse completamente, quienes vivimos en países de América Latina podemos ver cómo se incrementa el cupo de habitaciones de hotel, la saturación y disponibilidad están a su máxima capacidad. Ocasión para demostrar cuánto se aman…
De la manera en que Jesucristo lo pidió
Esto sucede este día tan lleno de mercadotecnia y de ofertas, así como de abusos comerciales y hasta de embarazos accidentales. Un día que se ha manipulado tanto para los intereses de muchos. Muy alejado de lo que realmente Jesucristo dejó como herencia, amarnos, cuidarnos, respetarnos, tolerarnos, darnos el valor necesario para comprender que en nuestras diferencias hay un universo de posibilidades. Nuestra sociedad moderna y mercantilista solo puede ver el beneficio del amor o en dado caso de la amistad para incrementar sus números.
Jesús dijo en Juan 13, 34-35: “Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros. En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros“.
¿Realmente hemos logrado hacer vida este nuevo mandamiento? Estoy seguro que muchas personas nos esforzamos y vamos a la esencia de esta hermosa petición, sé que muchos están trabajando para llevar el Reino a nuestros hermanos necesitados, pero aún hay mucho por trabajar, todavía tenemos un enorme trayecto para hacer a un lado las muestras artificiales de amor y amistad, y así tomar con gran seriedad el amor hacia nuestros hermanos.
El amor auténtico no pide nada, alguna vez escribí: “El amor no se exige, se da“. Así con esa libertad y con esa voluntad de dar sin esperar nada a cambio, así debería ser nuestra manera de expresar cuánto nos importa amarnos de la manera en que Jesucristo lo pidió después de su última cena.