La sinrazón abortista se encuentra en este momento con una obstrucción para ser desbloqueada: la ínfima calidad de la deliberación pública alrededor de los seres humanos en gestación. Hay una sobreideologización que impide mirar compasivamente la realidad, especialmente a todos aquellos sobre quienes recae una decisión de vida o muerte: los no nacidos.
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Sobre pocos temas se han generado más discursos y reflexiones, pero desde las distintas trincheras se ha provocado una espiral ideológica a base de una dinámica frenética de reacciones y contrarreacciones. El resultado es que la discusión pública no trata sobre seres humanos reales, sino acerca de un ente inhumano. La posición es incoherente con la empatía cada vez más sensible con los animales y la sensibilidad con la diversidad de fragilidades de la gente, y que lleva a que se atienda legislativamente dichas especificidades.
El desafío es crear nuevas condiciones para mirar juntos y compasivamente. Los posicionamientos provocadores y radicales no harán sino causar reacciones de escala similar. Las encuestas muestran que la gran mayoría de la sociedad apoya el enfoque del derecho al aborto, así que hay un problema de racionalidad, no de lucha callejera.
La etapa preconceptiva
Una de las vías es aumentar la sensibilidad y cuidado alrededor de la etapa preconceptiva. El tiempo de preparación y búsqueda de la concepción es vital para crear el mundo capaz de acoger el milagro de cada nueva vida como se merece y nos ayuda a que la pareja lo acoja con la atención y las actitudes necesarias. Ya durante el embarazo los cuidados se intensifican y, desde la misma concepción, hay una historia de amor, quizás la mayor historia de amor del universo.
La raíz del problema es un vínculo roto, y tenemos que recuperar con prudencia, paciencia y sensibilidad esa relación.