Un año después de que Vladimir Putin diera la orden de invadir Ucrania, la caridad eclesial, lejos de frenarse, se acrecienta. Así se visibilizó esta mañana, por ejemplo, en Getafe. El obispo auxiliar, José María Avendaño, comparecía ante los medios para dar cuenta tanto de las acciones solidarias llevadas a cabo a lo largo de este año, pero también del acompañamiento a través de la oración y los llamamientos del Papa para que pare la guerra.
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“La diócesis de Getafe se siente muy dolida por la guerra de Ucrania. Lo que pasa allí es como si nos pasara a nosotros. Soy testigo de la angustia, del sufrimiento, de la desazón, del no saber qué hacer de aquellos primeros instantes”, expuso el prelado, que hizo hincapié, entre otras iniciativas, en las donaciones realizadas por los fieles, el envío de bienes de primera necesidad -mantas, alimentos, medicamentos…- y la puesta en marcha del centro de acogida de refugiados San Josafat de Leganés gestionado por Cáritas y en colaboración con el Ayuntamiento de la localidad madrileña.
Alma encogida
Avendaño compartió sus reflexiones precisamente desde uno de los salones de este espacio que hoy tiene acogida a una familia ucraniana, la primera de muchas que están por llegar. “Se me encoge el alma cuando veo a esta madre y a estos dos niños”, planteó el obispo auxiliar: “Las palabras pueden ser muy bonitas, pero cuando se pone en marcha una casa de refugiados como esta, hacemos realidad el Evangelio de la acogida”.
Katya Ivasko y sus hijos Nazarii y Sofiia han estrenado este hogar que puede acoger hasta 29 personas: “Estoy muy bien, pero estaría mejor en mi casa. Este año ha sido el más difícil de mis 30 años de vida”. Llegó hace once meses a España desde la periferia de Kiev, después de unas semanas soportando los bombardeos rusos. En solo tres horas hizo las maletas y huyó con sus dos hijos en una ruta de cinco en autobús. Primero estuvieron acogidos por dos familias españolas: “Nos dieron todo, comida y trabajo”. Esta profesora de inglés, que tiene a su hermano y su padre en el frente, solo piensa en volver a su país: “Mi único deseo es que termine la guerra”.
La incertidumbre de las bombas
El sacerdote Andriy Stefanyshyn, responsable de la capellanía ucraniana de la Diócesis de Getafe, señaló que “no hay palabras para expresar el sufrimiento de ver cómo tu mujer y tu hija tienen que irse con la incertidumbre de no saber cuando una bomba puede caer en tu casa”. “Cada persona tiene su historia. Nuestro apoyo como sacerdotes es dar tanto apoyo material como moral. Oración y ayuda humanitaria van unidas”, apunta este presbiterio ucraniano.
José Peralta, técnico de Cáritas Española, recordó que más de ocho millones de ucranianos se han tenido que exiliar del país, a los que se unes los seis millones de desplazados internos. “Cáritas ha respondido con ayuda directa a más de 5.000 personas y con más de 5 millones de euros destinados a esta emergencia”, expuso Peralta, que alertó de que “tenemos por delante una crisis de larga duración, tal y como nos informan del terreno, aunque no perdemos esperanza en que se logre la paz”. Julio Sanchez, subdirector de Cáritas de Getafe, detalló que, un año después, son “muchos los ucranianos que están intentado regresar a su país después de una migración forzada”.
La puesta de largo ante los medios del centro para refugiados san Josafat de Leganés estuvo guiado por la directora del semanario ‘Alfa y Omega’, Cristina Sánchez, que subrayó cómo esta iniciativa caritativa, que pone de manifiesto la colaboración entre la diócesis y la adminitración pública, “es un orgullo para la Iglesia del sur de Madrid”.