Un año después del comienzo de la guerra de Ucrania, Alona es uno de esos casos sobre cómo la Iglesia se ha convertido en refugio y hospital de campaña. Ahora narra su historia. Viajó junto a sus hijas a la Región de Murcia, una de las zonas con mayor porcentaje de ucranianos residente en España antes de la guerra y el lugar donde vivía la madre de su marido.
- PODCAST: Parroquias en salida
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Su suegra reside en la capital murciana desde hace 15 años, trabaja en el servicio doméstico y comparte su hogar con otros compatriotas asentados. “Hemos venido a Murcia porque estaba la abuela aquí, y aprovechamos que conocíamos a alguien. Con la guerra no podíamos quedarnos en Ucrania”, afirma.
Alona y su familia viven en una vivienda cedida por los Hermanos Maristas anexa a uno de los colegios que poseen en la ciudad de Murcia. Cáritas Diócesis de Cartagena acondicionó la vivienda, adecuando una de las salas como cocina. Los profesionales de reformas de la empresa de inserción de Cáritas Diócesis de Cartagena, ‘Eh! Laboras’, realizaron los trabajos de albañilería, fontanería y electricidad, y equiparon la cocina para dar servicio a las necesidades de la familia.
Acondicionar la vivienda
Las niñas se escolarizaron en el Colegio Maristas Fuensanta; un centro de los Hermanos Maristas con capacidad para dar respuesta a las necesidades educativas de ambas menores. La comunidad educativa en su conjunto se ha volcado con la familia y les han ayudado con el equipamiento tecnológico de la vivienda y el apoyo escolar necesario “Mis hijas están felices, contentas con la escuela y aprendiendo idiomas”, apunta.
La coordinación de los Hermanos Maristas y Cáritas es fluida, con reuniones mensuales. Los Hermanos Maristas afrontan los gastos de suministros de la vivienda y Cáritas aporta cheques de supermercado para que la familia pueda abastecerse en los comercios del barrio.
Hace cuatro meses, Bohdan Dyhid se reunió con su familia en Murcia, acogiéndose a la exención que el gobierno ucraniano le ha reconocido ante las necesidades especiales que requiere una de sus hijas con discapacidad.
Cáritas acompaña social y laboralmente a Alona y Bohdan. Aprenden el idioma con recursos digitales y siguen un itinerario personalizado de inserción. Alona ha comenzado a trabajar como estilista, la profesión que ejercía en su país, y Bohdan está explorando sus opciones de reconversión profesional junto al equipo mixto de su Cáritas parroquial. “Estamos pensando quedarnos aquí porque no sabemos cuándo volverá a haber tranquilidad en Ucrania. Queremos buscar trabajos fijos aquí”, asegura.