Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Por el mero hecho de ser obispo


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El viernes 10 de marzo cumplí cinco años de obispo. El tiempo vuela… Parece que fue ayer cuando me postré, en actitud de profunda oración y de total abandono, en el presbiterio de la catedral de Rabat, sobre dos esterillas de las que los musulmanes utilizan para sus momentos de oración.



Han pasado cinco años y han crecido en mí las ganas de seguir postrándome sobre este suelo, como para abrazarlo con todo mi cuerpo y fundirme en él, y sobre ese tapiz de oración que cubre todo el ambiente de un pueblo que es orante por definición. “Orantes en medio de un pueblo de orantes”, es una de las formas de presentarnos los cristianos en Marruecos.

Este aniversario me ha traído a la memoria uno de los más hermosos poemas de Pere Casaldáliga, un catalán-brasileño-universal, ya fallecido, modelo de obispo para mí: Por el mero hecho de ser también obispo.

Mons. Cristobal Lopez

Yo también digo que, por el mero hecho de ser obispo, no quisiera olvidar mis orígenes familiares, populares y emigrantes; el pueblo en que nací –Vélez-Rubio–, la ciudad que me acogió –Badalona–, el barrio en el que crecí –¡que se llama Santo Cristo!–, y las penurias gozosas que forjaron mi personalidad en mi infancia con y gracias a mi familia.

Por el mero hecho de ser obispo, no quiero perder mi pertenencia a la Familia Salesiana, a Don Bosco como padre, maestro y amigo, y a los jóvenes como sentido y objetivo de mi vida ofrecida.

Mi identidad

Por ese mero hecho de ser también obispo, no quisiera yo dejar de ser quien soy u olvidar lo que constituye mi identidad. A fuerza de escuchar a muchos que me llaman monseñor, excelencia y, siendo ahora cardenal, eminencia, no quisiera olvidarme de que soy y me llamo Cristóbal, es decir, portador de Cristo. No quisiera olvidar que el Bautismo me ha introducido en la familia de los hijos de Dios y me ha hecho miembro del Cuerpo de Cristo, es más, me ha hecho “otro Cristo”, con todas las consecuencias y compromisos que de ello se derivan.

No quiero ni puedo renunciar a amar y ser amado, porque eso es la esencia del ser humano y el cogollo de mi identidad cristiana.

Por el mero hecho de ser obispo… “Por ese mero hecho… nadie me va a pedir que ponga piedras en esta honda cavidad del pecho” donde palpita el corazón.

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