Tony O’Riordan: “Nuestra primera misión en Siria es acompañar a quienes sufren mediante la amistad y la escucha”

  • Desde Alepo, el sacerdote jesuita es el director nacional del Servicio Jesuita a Refugiados
  • “Si el país era un infierno antes del terremoto, ahora nos encontramos en un nivel de sufrimiento mucho más profundo”

Tony O'Riordan, jesuita en Alepo, director del SJR Siria

Al cumplirse esta semana 12 años del inicio de la guerra civil que está masacrando Siria, ‘Vida Nueva’ contacta en Alepo con el sacerdote jesuita Tony O’Riordan, director nacional del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), organización con la que colaboran Entreculturas y Alboan, entidades ligadas también a la Compañía de Jesús y que nos han facilitado su contacto. En la entrevista, O’Riordan lamenta que “Siria no ha estado en primer plano en la conciencia del mundo en los últimos años”.



PREGUNTA.- Doce años después de empezar una guerra civil que ha devastado por completo el país, ¿se ha olvidado el mundo de Siria?

RESPUESTA.- Hay muchos conflictos olvidados, y Siria es uno de ellos. Es evidente que Siria no ha estado en primer plano en la conciencia del mundo en los últimos años, al menos no de la forma en que lo estuvo. La compasión y preocupación generalizadas por la población siria, que suscitaron las imágenes de una espantosa guerra sin cuartel, se han desvanecido definitivamente a medida que la cobertura mediática de la situación de los que sufren en Siria se ha reducido a un goteo. Siria ha pasado de las portadas a ser un artículo de una rara columna en algún lugar del centro del periódico, por lo que solo aquellos que tienen algún tipo de conexión personal o profesional siguen siendo conscientes de la situación.

Para mucha gente en todo el mundo, el conflicto en Siria no es algo que reciba mucha atención y, en este sentido, sí, este es un conflicto olvidado. Creo que muchos piensan que el conflicto en Siria ha terminado. Así que el nuestro forma parte de un grupo de países y regiones en los que hay guerras y conflictos, pero que están fuera de la atención de la población de la mayoría de los países occidentales.

También creo que es comprensible: la mayoría de la gente se despierta y actúa preocupada por cuestiones inmediatas o cercanas. Cuestiones familiares, laborales, el coste de la vida y similares. Muchas personas también tienen otros conflictos personales, enfermedades, dolor y ansiedad. Fuera de estas preocupaciones inmediatas, también hay mucha gente que tiene la capacidad de preocuparse por las personas de su comunidad y de la sociedad, que sufren penurias e injusticias, y hay también muchas personas que se preocupan por zonas del mundo donde la gente sufre inmensas penurias, como Siria.

Aunque es comprensible que amplios sectores de la población se hayan olvidado de Siria, sin embargo, creo que los gobiernos y los medios de comunicación tienen un mayor deber moral y legal no solo de recordar, sino también de hacer más por mi país.

Más de 350 años allí

P.- ¿Cómo acompañan a la población afectada las comunidades jesuitas?

R.- Los jesuitas están presentes en Siria desde hace más de 350 años y el SJR lo está desde 2008. Se creó antes de la guerra civil siria para acompañar a los refugiados de Irak. El SJR se amplió entonces para responder a los millones de desplazados y afectados por el conflicto sirio. Nuestra primera misión es acompañar mediante la amistad y la escucha, y dar a las personas la oportunidad de ser recibidas, y el espacio para contar su historia personal, con seguridad, y para ser comprendidas.

Los jesuitas ponen mucho énfasis en ver a las personas como medios, más que como receptores. Para las personas que han perdido tanto en un contexto de guerra, es esencial fomentar su autoestima y reconocer su dignidad. De este reconocimiento nace la capacidad interior de las personas para seguir siendo resilientes y recuperarse de los impactos sufridos. Cuando es necesario, contamos con miembros del equipo formados profesionalmente y con habilidades especiales, que pueden atender y escuchar, y así ayudar a quienes luchan contra el impacto psicológico de las razones por las que fueron desplazados.

Junto a esta oferta de acogida y espacio seguro, ofrecemos algunos servicios prácticos, como atención sanitaria, con más de 40.000 prestaciones. También ofrecemos un programa de educación y protección para niños en situación de riesgo. Así mismo, invitamos a los adultos a participar en actividades de interés común en un espacio seguro, donde puedan conocerse y entenderse mejor, y así contribuir a construir la cohesión social. Ofrecemos nuestro apoyo a las personas en función de sus necesidades y no de su origen.

P.- ¿Ha cambiado mucho la situación en estos años para los desplazados internos?

R.- Tras haber pasado algunos años en Sudán del Sur, la gente me pregunta a menudo cómo puedo comparar la situación de la población de allí con la de Siria. Desde luego que es difícil comparar y contrastar el sufrimiento humano. Aunque el desarrollo en Siria ha retrocedido casi 30 años, en muchos aspectos el estado de desarrollo sigue estando muy por delante del de Sudán del Sur.

Sin embargo, lo que hace que el sufrimiento sea tan grande en Siria son las pérdidas: hablamos de incontables vidas, de millones de hogares e infraestructuras sociales que han sido destruidas, así como escuelas y hospitales, de familias y comunidades se han quedado sin gente y sin recursos… Debido al colapso de la economía, la gente pasa hambre y pobreza a diario, y sus necesidades materiales se acercan a las de un país en desarrollo. De hecho, ahora mismo, el Banco Mundial clasifica a Siria como un país de renta baja.

Apoyo a los refugiados

P.- ¿Cómo está apoyando el SJR a los sirios que han huido del país como refugiados?

R.- La mayoría de los sirios que huyeron de su país permanecen en los países vecinos, especialmente en el Líbano y Jordania. Otros muchos refugiados sirios han sido acogidos en Europa, Canadá y Estados Unidos. El SJR tiene proyectos en la mayoría de estos países de destino. En este sentido, estoy muy orgulloso de la labor que desarrolla el SJR en el Líbano, escolarizando a niños sirios y ofreciendo oportunidades de subsistencia a los refugiados.

P.- ¿Cuál es la situación tras el reciente terremoto? ¿Son justificables las reticencias de la comunidad internacional a interrumpir el bloqueo en una situación de emergencia como esta, siendo absolutamente necesaria la ayuda humanitaria?

R.- Estuve hablando con un miembro del equipo en Alepo una semana antes de que se produjera el terremoto. Refiriéndose a los niveles de desesperación de la gente, describió la situación como un infierno. Si Siria era un infierno antes del terremoto, desde que se produjo el seísmo nos encontramos en un nivel de sufrimiento mucho más profundo.

La pérdida de hogares y de la sensación de seguridad, así como el miedo, se suman ahora a la problemática cotidiana, en un contexto de inseguridad alimentaria, pobreza absoluta y desesperación generalizada. Más de un mes después, veo que la gente se está recuperando, pero el impacto psicológico es profundo. Hoy mismo hablaba con un hombre que la noche anterior había tenido una pesadilla sobre el terremoto por primera vez. Se sorprendió de que, después de un mes, se sintiera así y notara el impacto de una forma nueva. Pero él, como millones de otros afectados, debe hacer frente a este reto emocional en medio del enorme desafío de mantener a su mujer y a sus dos hijos pequeños. Afortunadamente, el SJR cuenta con apoyo para ofrecerle a él y a otros muchos, tanto alimentario como psicológico.

Lección espiritual

P.- ¿Qué ha supuesto para ti, a nivel personal y en cuanto a tu vocación religiosa, esta labor de acompañamiento al sufriente pueblo sirio?

R.- Algunas personas podrían culpar a Dios por el terremoto. Yo lo veo de otra manera. Cuando construimos una vivienda, tenemos en cuenta el entorno. Y por ello no construimos una casa en la playa porque sabemos que la inundará la marea y además la erosionará. Del mismo modo, sabemos dónde se encuentran las placas tectónicas de la superficie terrestre y, si vamos a construir viviendas en zonas propensas a los terremotos, debemos hacerlo de forma que puedan resistir los temblores.

En este sentido, el terremoto ha puesto a prueba mi fe en los seres humanos, algunos de los cuales pueden dejarse llevar por el beneficio y la codicia. Por el contrario, ante el sufrimiento causado por el seísmo, afortunadamente vi niveles asombrosos de compasión y compromiso en todas las creencias y religiones que reafirmaron mi fe en un Dios que nos invita a trabajar al servicio de todos, especialmente de los más necesitados. Es un privilegio sentirlo.

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