Que te hagan obispo tiene su qué… y algo de ello les compartía la semana pasada con ocasión del quinto aniversario de mi ordenación episcopal. Pero “hacer un obispo”, consagrar obispo a un cristiano, es una emoción y un compromiso muy especial y diferente.
- PODCAST: El cardenal Robert McElroy
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Sin haber ordenado ni un presbítero ni un diácono (las condiciones de la diócesis de Rabat lo explican), me tocó consagrar a un obispo, y no a uno cualquiera, sino al sucesor de san Agustín, al obispo de Constantina-Hipona, en Argelia. Pero es que el sábado 25, solemnidad de la Anunciación y de la Encarnación, voy a tener la dicha y a asumir el compromiso de ser el consagrante principal en la ordenación episcopal del franciscano fray Emilio Rocha, obispo electo de la diócesis de Tánger, hermano ahora en el episcopado, compañero en tareas pastorales en y amigo en la vida desde hace un año.
No se es obispo por concurso-oposición, ni por méritos acumulados, ni por antigüedad. Estamos convencidos de que es Dios quien llama, ciertamente por la mediación concreta de la Iglesia. Dios se ha comprometido con su pueblo a darle pastores que le guíen, le alimenten y le den seguridad y cuidados.
Esta historia viene de Cristo, quien, entre una buena cantidad de discípulos, eligió a doce, llamó a los que Él quiso… para que estuvieran con Él y para enviarles a predicar. Eso hicieron los apóstoles. Y a las comunidades que fueron fundando, las dotaron de pastores, imponiéndoles las manos y ungiéndoles, lo que constituye el sacramento del orden. Por eso, los obispos son sucesores de los apóstoles, y esta sucesión apostólica es prueba y garantía de la autenticidad de la Iglesia.
Conocedor de luces y sombras
Para expresar la importancia y la seriedad de esta transmisión, la Iglesia quiere que para “hacer un obispo” haya, por lo menos, un consagrante principal y otros dos obispos co-consagrantes.
Después de cuatro años de sede vacante y de administración interina, la archidiócesis de Tánger va a tener nuevamente un pastor propio, a tiempo pleno y con total implicación.
Al querido hermano Emilio, fray Emilio, no le va a costar demasiado asumir esta responsabilidad, porque la asumió interinamente hace un año, y conoce ya las muchas luces y algunas sombras de esta que va a ser ahora su esposa, la diócesis de Tánger, y porque en estos pocos meses se ha ganado el corazón de todos.
Emilio, fuerza y adelante: el Señor está contigo.